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Desarme moral

Los ejércitos no son meras ONGs armadas para el reparto de ayuda humanitaria como parece quiere convertirlas este Gobierno

Las Fuerzas Armadas españolas tienen muchos problemas. El principal es la escasez de personal. Con apenas 70 mil solados y marineros mal repartidos hay muchas unidades militares que se encuentran literalmente en cuadro. Con ese déficit cuantitativo, la capacidad de selección es nula, lo que afecta también a la calidad del personal que está ingresando en nuestros ejércitos. Incluso en las escalas superiores se está provocando una preocupante disminución de vocaciones.
 
La situación del material no es mucho mejor. Tras la impresionante fachada de los grandes programas industriales se esconden múltiples carencias de elementos que resultan críticos para garantizar la operatividad de las unidades. El mantenimiento de los sistemas de armas es en muchos casos deficiente por falta de presupuesto. Por su parte, la deuda financiera de las FAS supera la terrorífica cifra de veinte mil millones de euros, sin que nadie sepa muy bien, ni si quiera el Gobierno, quién y cuando la va a pagar. Esa deuda, que no deja de crecer, pesa como una losa sobre cualquier proceso futuro de modernización.
 
Pero el principal problema de nuestros ejércitos no es ni las carencias de personal ni el déficit presupuestario, sino la ausencia de una idea clara de la misión y de la razón de ser de las Fuerzas Armadas. El presidente del Gobierno no concibe el uso de la fuerza militar como un instrumento legítimo imprescindible para garantizar en último extremo la seguridad de los españoles o para defender nuestros intereses en el exterior. Las únicas armas en las que Zapatero cree son el dialogo y la cooperación.
 
El Ministro de Defensa declaraba en su triunfal gira norteamericana que él prefería morir antes que tener que matar. Esa declaración es toda una deslegitimación de la misión última de las Fuerzas Armadas: la disposición a combatir y derrotar a cualquier enemigo en defensa de la vida de sus conciudadanos. Si quién tiene el mando de nuestros ejércitos y quien lidera políticamente la organización militar tienen este pensamiento es muy difícil mantener la moral necesaria para que nuestros soldados estén dispuestos no sólo a morir, sino a matar si fuera necesario por defender a su Patria.
 
Es este desarme moral, esta confusión de conceptos y esta deslegitimación política el principal problema de nuestras Fuerzas Armadas. La carencia de recursos humanos o la escasez de presupuesto son sus consecuencias, no sus causas. Los ejércitos no son meras ONGs armadas para el reparto de ayuda humanitaria como parece quiere convertirlas este Gobierno. Las Fuerzas Armadas españolas parecen así avocadas a una grave crisis existencial.

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