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Deterioro de la convivencia

Aunque con el Presidente depuesto los cristianos coptos también tenían dificultades y eran acosados por la mayoría musulmana, sin Mubarak era previsible un crecimiento de la influencia de los Hermanos Musulmanes y, con ella, de la hostilidad hacia ellos.

Algunos Generales del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, órgano ejecutivo en Egipto desde que el Presidente Mohamed Hosni Mubarak fuera desplazado de la Jefatura del Estado el pasado febrero, acaban de afirmar que no fue el Ejército el que disparó el pasado domingo 9 de octubre contra una manifestación de cristianos coptos en El Cairo provocando al menos 24 muertos. De ser esto cierto estaríamos ante el triunfo de quienes quieren deteriorar aún más la convivencia e incrementar la inseguridad en el país. Para algunos, detrás de estos esfuerzos desestabilizadores estarían los partidarios del depuesto Mubarak, sometido ahora a juicio, pero el problema es que con frecuencia se hace alusión a estos si no se quiere mancillar a los islamistas, más o menos radicalizados, y evitar así frenar su inexorable avance hacia el liderazgo político.

También es posible que algunos de los altos cargos militares que por ahora dirigen el país quieran descargarse de culpas, porque los medios de comunicación presentes en las proximidades de la Radiotelevisión egipcia informaron de enfrentamientos entre manifestantes coptos y miembros del Ejército desplazados para proteger las instalaciones. Además, al día siguiente los funerales por los muertos culminaban con enfrentamientos entre cristianos y uniformados. Sea lo que sea lo que allí sucedió lo cierto es que los peores temores de la importante minoría cristiana –una de las más importantes del mundo árabe– confirma sus miedos aireados en el marco de las revueltas de enero y febrero: que el escenario post-Mubarak difícilmente les sería favorable, y ello porque, aunque con el Presidente depuesto también tenían dificultades y eran acosados por la mayoría musulmana, sin Mubarak era previsible un crecimiento de la influencia de los Hermanos Musulmanes y, con ella, de la hostilidad hacia ellos.

No hay que olvidar que la manifestación que fue reprimida el domingo se convocó para protestar por la impunidad que perdura ante un ataque islamista a una iglesia copta en Edfú, en las proximidades de Luxor. Es cierto que en El Cairo todos se esfuerzan ahora por quitar hierro a los enfrentamientos asegurando que los egipcios vivirán unidos y en paz, pero en el Egipto profundo de pequeñas ciudades y pueblos y en determinados barrios marginales de las grandes urbes germina la intolerancia de los islamistas, con una creciente corriente salafista que quiere limpiar el país de la contaminante presencia infiel. Recordemos que actos de violencia ha habido desde la defenestración de Mubarak, pero la matanza de coptos del pasado domingo es hasta ahora el más luctuoso de todos ellos. Este ha provocado que el Ejército restablezca el toque de queda en el centro de la populosa capital y el dramático llamamiento del Primer Ministro Esam Sharaf a la calma ilustra perfectamente sobre las vulnerabilidades de este gran país árabe.

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