Menú
GEES

Dispuestos a ceder

No estaría de más que cierta parte de nuestros diplomáticos recordara que su salario lo paga el contribuyente para que defienda sus intereses. No tienen un mandato para interpretar libremente su cometido, son funcionarios, servidores públicos.

La locuacidad del presidente venezolano Chávez ha sacado a la luz un nuevo y penoso gesto de nuestra diplomacia, del que este periódico informó hace pocos días: la gestión de Moratinos ante su equivalente venezolano para preparar un encuentro entre Don Felipe y Chávez, a propósito de la toma de posesión de la nueva presidenta argentina, en el que el primero trasmitiría un mensaje del Rey al segundo. Mientras los españoles reaccionaban indignados ante el grosero comportamiento del mandatario caribeño, ¿qué hacía nuestra diplomacia? Pues tratar de pedir perdón al agresor utilizando para ello al Príncipe de Asturias. Esa es su forma de entender su cometido, de defender tanto la dignidad como los intereses nacionales.

La clave del problema está en que, a lo largo de estos años de vida en democracia, una parte de los diplomáticos españoles ha evolucionado en un sentido peculiar a la hora de interpretar precisamente cuál es su cometido. Al principio de la legislatura, el Partido Socialista se negaba a utilizar el término "intereses" cuando se hablaba de política exterior. Y es que, en su particular visión, el "interés" es algo inevitablemente conservador, una hipoteca que les ata y distrae de su verdadero quehacer. Recordemos sus declaraciones de aquellos días negando que fuera obligación suya defender los intereses de las empresas españolas en América Latina. Sólo recientemente han comenzado a asumir que España tiene intereses y que conviene defenderlos.

Pero si los intereses no existen o no son lo más importante ¿para qué están los diplomáticos? Pues para "mediar", he aquí la palabra mágica. España es relevante en el mundo en cuanto que es capaz de mediar. Para ello hay que estar a bien con las partes. No podemos ofendernos por lo que nos dicen. No podemos indignarnos por lo que hacen, a nosotros o a su propia gente. Tenemos que reconocerles a todos legitimidad como actores. De ahí que Moratinos se brinde a defender los intereses de Siria ante Estados Unidos, de Cuba ante Europa o evite un choque con Chávez que le impida hacer de intermediario entre el mandatario y la oposición. Lo patético es que crean que se puede mediar renunciando a tener autoridad. ¿Qué credibilidad puede tener quien se deja abofetear, quien a la más mínima presión abandona a la oposición democrática cubana, quien sale en defensa de un régimen asesino como el de Damasco? ¿Es que no han visto que sólo cuando éramos fuertes en Washington y Bruselas fuimos reconocidos como terceros en liza?

Pero su vocación mediadora no es ajena a consolidados prejuicios ideológicos. Mientras para ellos una dictadura conservadora es algo en sí repugnante, otra de signo izquierdista tiene un plus de legitimidad que la hace merecedora de respeto. Parte del sentido de la negociación es salvar la cara a regímenes repugnantes, pero progresistas.

No estaría de más que recordaran que su salario lo paga el contribuyente para que defienda sus intereses. No tienen un mandato para interpretar libremente su cometido, son funcionarios, servidores públicos. Se deben a la Nación, crean o no en ella. Nadie duda de la importancia que una mediación puede tener, recordemos el papel relevante que España jugó en el desarme de Libia, pero lo fundamental es la defensa de la dignidad y de los intereses nacionales, les guste o no. Más aún, sólo siendo capaces de defender esa dignidad y esos intereses reuniremos las condiciones para ser considerados como un mediador adecuado.

En Internacional

    0
    comentarios