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El Afganistán de Obama

El tabú de la izquierda americana contra la actividad constructora de naciones donde apenas existen ha recibido, al menos sobre el papel, un golpe.

La "Revisión Anual de Afganistán-Pakistán" se ha concluido con puntualidad, pero la Casa Blanca sólo ha hecho pública una "visión de conjunto" de cinco páginas, lo que nos deja sin información y evaluaciones concretas sobre el desarrollo de los objetivos que se establecieron hace un año y las operaciones llevadas a cabo.

El documento expresa una completa continuidad de propósitos pero desliza, sin resaltarlas, un par de importantes novedades. Manifiesta un considerable grado de satisfacción con los progresos realizados en todos los aspectos de la estrategia en marcha, teniendo cuidando siempre en señalar que son frágiles y nada es irreversible, aunque sin poner dedos sobre las llagas que permanecen abiertas. Mantiene también la contradicción original entre la absoluta prioridad que se le concede a la neutralización de Al Qaeda basada en Pakistán y la realidad de que casi todo del esfuerzo bélico se desarrolla en suelo afgano contra las fuerzas de los talibán. Cierto es que de los muchos desastres geopolíticos que acarrearía un victoria fundamentalista en Afganistán, el más catastrófico sería que fuerzas del mismo signo llegaran a controlar el poder en Islamabad. Pero no es ese un argumento que Obama utilice. Por tanto la incoherencia –al menos en el plano declarativo– hay que atribuirla a la rémora de sus posiciones pasadas, cuando se hallaba en la oposición o hacía la campaña presidencial; a la retórica según la cual la guerra sólo es aceptable si está directamente encaminada a un objetivo antiterrorista y la negación de que Irak tuviera implicaciones de esa naturaleza. El texto se felicita de que los esfuerzos de la actual Administración hayan enderezado la mala herencia recibida, lo cual es más claro en las palabras del presidente y todavía más en las de la secretaria de Estado.

Junto a la utópica esperanza de llegar a conseguir una plena y leal colaboración del Gobierno Islamabad, sus soldados y sus servicios de inteligencia, el punto más débil de la estrategia sigue siendo el perentorio plazo de julio del próximo año para el inicio de la reducción de la presencia militar americana. Probablemente se quedará en algo puramente simbólico, pero lo grave es que esa férrea posición veta cualquier nuevo incremento de efectivos que las circunstancias pudieran aconsejar y que la retirada de Irak hace posible. Lo cierto es que los 30.000 soldados que Obama comprometió a cambio de imponer la guerra a plazo fijo para que su izquierda, sin demasiado éxito, le perdone la vida, no han estado plenamente operativos hasta el final del verano. Los bien acreditados éxitos tácticos de las fuerzas de la coalición y del Gobierno en los bastiones talibanes de las provincias sureñas de Helmand y Kandahar, no se convertirán en victorias estratégicas hasta que hayan podido resistir la ofensiva que se iniciará con el deshielo en las montañas en la próxima primavera. En el momento en que esté alcanzando su máxima intensidad, las tropas americanas deberán iniciar un adelgazamiento. No podía haberse elegido peor fecha.

Los talibán no estarán en condiciones de lanzarse al asalto de sus antiguos baluartes ahora reforzados por manos enemigas. Recurrirán a los fatídicos explosivos de carretera y al asesinato de los que hayan colaborado con el Gobierno. En la ciudad de Kandahar, dos tercios de los puestos municipales no han encontrado candidatos para ocuparlos. Esa será la hora de la verdad, la que consolide una ganancia neta de gran impacto en la marcha del conflicto o su derrumbe. Los combatientes islamistas tendrán también que enfrentarse a un dilema. Muchos éxitos en su campaña de terror podrían replantear la retirada americana. Para entonces las circunstancias políticas en Washington serán muy distintas. Y aunque Obama sólo hable de "reducción responsable", Gates nunca ha dejado de referirse a la dependencia respecto a las circunstancias y ha conseguido introducir en el texto publicado la expresión conditions-based: reducción basada en las condiciones sobre el terreno.

Junto a este importantísimo matiz que todo lo podría relativizar si la voluntad política existiese, la revisión introduce una segunda fecha para completar el proceso de transferencia a las fuerzas afganas de las plenas competencias de seguridad, situándola a fines del 14. El nuevo plazo procede de la cumbre de OTAN en Lisboa el pasado noviembre. Aunque la organización atlántica no salió muy revitalizada de la reunión de sus cabezas, el acuerdo ha sido un éxito para la Administración americana, al que tanto el presidente como sus secretarios de Defensa y Estado se han referido con evidente satisfacción. Por último, otra importante novedad introducida discretamente en el texto ha sido la tajante declaración de que después de esa fecha, tanto Afganistán como Pakistán seguirán contando con un activo apoyo americano. El tabú de la izquierda americana contra la actividad constructora de naciones donde apenas existen ha recibido, al menos sobre el papel, un golpe.

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