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El clan del oso cavernario

El ministro de Defensa no se da cuenta que si da por buena la opinión de que nuestros militares son trogloditas, él se está nombrando jefe del clan.

En vez de querellarse contra el diario norteamericano por haber llamado “trogloditas” a los militares españoles, como sí ha hecho contra el periodista catalán que ofendió gravemente a las Fuerzas Armadas, José Bono se ha ufanado en el Parlamento español de ese desafortunado editorial en el que de paso se descalificaba también a la oposición democrática española. Pero el ministro de Defensa no se da cuenta que si da por buena la opinión de que nuestros militares son trogloditas, él se está nombrando jefe del clan.

La credibilidad del diario neoyorquino no pasa en todo caso por su mejor momento, después del sectarismo anti-Bush que exhibe diariamente en sus páginas y las manipulaciones en que incurrió para desprestigiar la guerra de Irak. El diario se ha convertido en el estandarte de una opinión, afortunadamente minoritaria en Estados Unidos, que parece avergonzarse de haber llegado a ser la primera potencia del mundo y que cuestiona su propia credibilidad democrática.

En todo caso, el New York Times debería saber que el amigo de dictadores reales y no potenciales, que sí constituyen una verdadera amenaza para la democracia en el mundo, no es el Partido Popular español, sino el gobierno de Rodriguez Zapatero, que se ha convertido en el principal proveedor de armas a la revolución bolivariana y en el abogado defensor de la dictadura cubana en Europa. Y es precisamente Bono el que fue agasajado por la dictadura castrista como invitado especial y quién mayor sintonía ha exhibido con el coronel golpista de Caracas.

Bono debería criticar y no aplaudir el editorial de un diario extranjero que descalifica de forma grave a nuestros militares y siembra sospechas sobre la naturaleza democrática de nuestras Fuerzas Armadas. Pero entendemos que el ministro tenga el síndrome del oso cavernario, acorralado entre los enemigos de su propia cueva y los adversarios políticos que comienzan a verle como la pieza más débil del Gobierno socialista.

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