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El consenso de los zombies

Lo que el Gobierno debería entender es que no es de recibo que quiera someter ahora al PP al abrazo del oso en este tema. Y el PP tendría que explicar que no es este el mejor momento para estos juegos.

Zapatero y Chacón no tienen últimamente mucha suerte. Una nueva estación en su particular calvario viene dada ahora por sus tardías prisas en aprobar el texto de la Estrategia de Seguridad Nacional, que ya debía estar en vigor según sus propios planes originales, coordinada por el socialista y ex secretario general y ex Mister PESC, Javier Solana.

Al parecer, han querido contar con la complicidad del Partido Popular, a quien le habrían hecho llegar hace unos pocos días el borrador a aprobar de dicho documento, pidiendo su apoyo inmediato al mismo.

Mal haría el PP concediéndoselo. Por muchos motivos. Para empezar, porque esta estrategia de seguridad nacional, que debería ser lo más amplia posible en términos de estabilidad y miras, se ha fraguado de espaldas a los principales actores políticos y al propio Partido Popular. Lejos del ejemplo británico donde se movilizó desde el Gobierno a parlamentarios y expertos de uno y otro signo, aquí toda la molestia de los socialistas se limitó a un seminario de un día.

Pero más allá de las formas y la conducción del proceso, está el tema de fondo: se trata de un texto que nace obsoleto. La descripción de las amenazas y riesgos a los que tiene que dar respuesta España no se corresponde con las situaciones en las que vivimos en los últimos meses y que tienen una honda y duradera repercusión en nuestra seguridad, desde lo energético a lo militar pasando por lo social. Es más, los mecanismos que se contemplan para hacer frente a las condiciones de seguridad es más de lo mismo, una extrema confianza en organizaciones multilaterales que, sin embargo, están en tela de juicio por todos últimamente. Pero ha primado esa eterna visión del socialismo español de que nuestros intereses siempre están mejor protegidos por otros que por nosotros mismos, en especial si se trata de la UE.

Es más, al final todo se resume en otra reorganización institucional más, como si un nuevo comité viniese a paliar lo que es el fondo de la cuestión: la ausencia de una concepción estratégica sobre lo que se ambiciona, se quiere y el cómo lograrlo. El Consejo de Seguridad Nacional que se propone como revolucionaria novedad, si llegase a nacer lo haría tarde y de manera tan rígida que es más que dudoso que supusiera un avance respecto a la anquilosada y actualmente en vigor Junta de Defensa Nacional.

Por último, ¿qué sentido tendría adoptar ahora, cuando este Gobierno está muriendo, una política con ambición de perdurar 10 ó 15 años en el tiempo? Más que seriedad parecería una mala broma y ninguno de nuestros aliados valoraría positivamente que se hiciese, sospechando cambios inminentes una vez agitada la era Zapatero.

Por tanto, lo que el Gobierno debería entender es que no es de recibo que quiera someter ahora al PP al abrazo del oso en este tema. Y el PP tendría que explicar que no es este el mejor momento para estos juegos. No ahora ni en septiembre, sino únicamente tras unas elecciones generales que permitan un cierto horizonte de estabilidad política... y estratégica. Todo lo demás es un sinsentido más del que sólo nuestra seguridad saldrá perjudicada.

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