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El declive de ETA

Las operaciones siguen siendo llevadas a cabo por la Guardia Civil, el cuerpo más alejado de las aventuras negociadoras de Zapatero y más ajeno a las maniobras instrumentales de Rubalcaba.

La primera conclusión que se deriva de las detenciones de etarras se refiere a la edad de los detenidos. La estructura del grupo se caracteriza por componentes muy jóvenes, de veintitantos años de edad, edad escandalosamente baja en relación con la de los etarras de los años ochenta o noventa, quienes contaban con una experiencia y un recorrido mucho mayores. Recordemos que hubo un tiempo en que ETA exigía haber cumplido el servicio militar y cierta madurez para entrar en la banda. Más adelante, los etarras debían pasar por sucesivas etapas de colaboración antes de encuadrarse en un comando. Hoy, ETA admite miembros cada vez más jóvenes, con menos experiencia y preparados con mayor rapidez. Y por tanto más susceptibles de cometer errores.

Ante la dificultad de estructurar comandos de liberados con capacidad de acción, ETA utiliza la fórmula mixta de un grupo de legales –no fichados por la policía– alrededor de un liberado a sueldo de la banda. Al tratarse de personas que hacen vida normal, su localización por parte de la policía es más difícil. Pero esta estructura permite que, caído el organizador, sobre el cual pivota el comando, el resto lo haga en cascada. Al contrario de lo afirmado por Rubalcaba, esta estructura no es en absoluto nueva. Ya en el pasado, cuando ETA se encontró en apuros, utilizó esta formula mixta para cubrir la falta de personal cualificado.

La flexibilidad del grupo detenido, más que una virtud, muestra esta debilidad estructural. Su necesidad de cubrir un amplio espacio (La Rioja, País Vasco y Cantabria) los expone mucho más a la acción policial. Un auténtico comando Vizcaya se habría encontrado mucho más protegido actuando sólo en esta provincia, con otro grupo recorriendo las poblaciones turísticas para la "campaña de verano". El resultado de estos factores, mayor exposición, la juventud, la escasa preparación y la falta de efectivos, es la necesidad de atentados donde primen la seguridad del único comando, ataques de escasa elaboración y menor riesgo.

Por parte policial, la detención escasas horas después de las bombas de Laredo y Noja demuestra que el seguimiento de los etarras es estrecho y eficiente. Las operaciones siguen siendo llevadas a cabo por la Guardia Civil, el cuerpo más alejado de las aventuras negociadoras de Zapatero y más ajeno a las maniobras instrumentales de Rubalcaba, a quien esta vez la operación le ha pillado en territorio nacional. Y sobre todo, pone de manifiesto que la acción policial puede acabar perfectamente con ETA y su entramado de terror, a condición de que no se contamine ni interfiera en su labor.

Las cifras de atentados, de detenciones, del número y tipo de miembros, evidencian una ETA en declive, lo que no significa que vaya a hundirse sola. Pero puesto que el terrorismo no es más que un instrumento de la política, a lo que ahora hay que hacer frente es a la ideología que se esconde detrás, capaz de revivir a la bestia: el nacionalismo etnicista vasco, del que surge y vive la banda terrorista. Hay que deslegitimarlo para deslegitimar las monstruosidades que de él derivan.

Aquí las cosas son más difíciles: Si la banda terrorista se encuentra cada vez más débil, no ocurre lo mismo con el nacionalismo vasco. Puesto que éste usa el terrorismo de ETA para mantener viva la llama de la construcción nacional vasca, cada vez que ETA se encuentra en problemas, el nacionalismo en bloque acude en su ayuda. A diferencia de la época de Bidart o del espíritu de Ermua, ETA no ha sufrido últimamente un golpe demoledor, sino que su declive es paulatino, con detenciones continuadas. Razón por la cual el PNV ha optado por parasitar la base electoral proetarra antes que acudir en su rescate. Pero no debemos descartar que en el futuro, siguiendo el comportamiento habitual en el nacionalismo vasco, éste se lance en defensa del hijo pródigo en el caso de que éste se encuentre en problemas. Por eso, la derrota del terrorismo debe venir acompañada de la derrota del nacionalismo. En caso contrario, el primero resurgirá una y otra vez de sus cenizas y remontará su declive.

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