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El Ello y el superyó

¿Cuáles son exactamente las circunstancias que han cambiado y que el Gobierno repite día sí y día no? Que ETA no quiere negociar porque se cree traicionada. Si cambia de opinión –o si lo están haciendo–, los socialistas volverán a la mesa sin pensárselo.

Cuando la banda asesina ETA rompió el "proceso de paz" de ZP, el Gobierno afirmó que ETA rompió la tregua cuando le exigió ir demasiado lejos y hacer concesiones políticas a lo que los enviados de ZP se negarían. Sabemos que eso no es cierto, porque hablaron de política desde el principio. Negociaron sobre Navarra, la autodeterminación y la situación de ANV y PCTV. De hecho las pruebas son contundentes: gracias a las trascripciones que los enviados etarras hacen de todo contacto con el Gobierno –transcripciones que evitan malentendidos con la dirección de la banda que puedan acabar malamente para el negociador–, sabemos cuándo, dónde y de qué hablaron. Y se habló de política y mucho. Y llegaron a acuerdos históricos sobre la dirección que habría que tomar. Jamás un Gobierno español se había atrevido a tanto.

ETA, por el contrario, afirmó que después de tenerlo todo aprobado, el Gobierno se echó atrás y no se atrevió a dar el paso definitivo para poner en marcha los acuerdos de Loyola, donde, por cierto, el PNV denunció que el PSOE estaba dispuesto a llegar bastante más lejos que él en el trato con la banda. De hecho, cuando la banda terrorista rompió la tregua, primero de facto con la T4 y después a través del comunicado en Gara, el PSOE denunció que toda la culpa la tenía ETA. El Ejecutivo fue incapaz de asumir responsabilidades hasta en este asunto y echó toda la culpa de la ruptura a los asesinos. O lo que es lo mismo, afirmó que si por él fuera, las conversaciones hubieran continuado.

Hoy el Gobierno repite hasta la saciedad que no va a negociar, porque las condiciones son distintas a las del año 2006. Pero hoy ETA ejerce la violencia como entonces –mata cuando y cuanto puede– y hoy el Gobierno sigue pensando sobre el "problema vasco" lo mismo que entonces: que los planes de Ibarretxe son rechazables por ser unilaterales y que lo que hay que hacer es "refundar la convivencia en Euskadi" (Zapatero) y que "todos" los partidos dialoguen (Patxi López y Eguiguren). Las FSE siguen actuando contra ETA y ETA sigue atentando contra ellas, como antes de la tregua.

Rubalcaba y Eguiguren no hacen sino repartirse los papeles de la enfermiza personalidad actual en el PSOE. Por un lado, la obligación por parte del Estado de desautorizar cualquier contacto y de mostrar determinación en la lucha contra el crimen. Rubalcaba representa el superyo, sobre todo cuando pone cara de solemnidad. Pero por otro lado, la tendencia natural del PSOE de Zapatero, el subconsciente oculto, el ello freudiano, sobresale con fuerza en cuanto tiene ocasión y Eguiguren, negociador confeso y no arrepentido, da rienda suelta a esta pulsión socialista.

¿Qué ha cambiado exactamente desde que Zapatero y ETA decidieron negociar a escondidas la ruptura del marco constitucional? Respuesta, nada. Las dos partes siguen haciendo y diciendo lo mismo que en el pasado. Las condiciones políticas e ideológicas actuales son las mismas que había entonces: el Ello del PSOE sigue siendo el mismo, su pulsión apaciguadora no cambia por mucho que el superyo lo encubra. Pero si ambos hacen y dicen lo mismo que antes, ¿cuáles son exactamente las circunstancias que han cambiado y que el Gobierno repite día sí y día no? Que ETA no quiere negociar porque se cree traicionada. Si cambia de opinión –o si lo están haciendo–, los socialistas volverán a la mesa sin pensárselo para diseñar el futuro vasco. Hoy nos escandalizamos, pero es sólo una cuestión psicoanalítica: Eguiguren sólo es el Ello que surge de lo más profundo del alma socialista.

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