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El error Zapatero

Si la izquierda sigue empeñada en destruir la tradición nacional, la moral humanista, el pasado histórico y las creencias religiosas de los españoles, la derecha debe restituirlas con igual empeño.

Muchas veces se considera la política exterior como la guinda o la culminación de la política nacional, allí donde ésta se muestra y se pone en juego en el gran tablero mundial. La diplomacia personifica al Estado; sus intereses, sus necesidades, su fortaleza, sus ambiciones y sus debilidades. En las cumbres un país muestra su verdadera cara, aquella por la que es juzgado por los demás.

Por eso resulta doloroso observar al presidente de todos los españoles deambular por Londres, despistado, con una actitud que roza el provincianismo, saludando con los ojos como platos a los poderosos del mundo, entusiasmándose cada vez que el americano, el francés o el alemán le dan la mano. E incrédulo cuando se ve compartiendo la misma mesa que todos aquellos líderes de los que antes sólo tenía noticia cuando, en su escaño, ojeaba por encima las fotos en las páginas de internacional del diario El País.

Jamás como en esta semana de cumbres Zapatero podrá llegar más alto, y la diplomacia española deambular más bajo, sin rumbo ni destino. La política exterior del Gobierno del PSOE es la encarnación de su incapacidad manifiesta para hacerse cargo de las necesidades estratégico-diplomáticos del país. Aquí es donde residen los problemas. A estas alturas, resulta evidente que el Ejecutivo actual es sin duda alguna uno de los peores gobiernos de la historia de España. Tanto por la trayectoria intelectual y política de sus miembros como por su pasado profesional, la comparación con cualquier otro Gobierno español resulta escandalosa. Es difícil encontrar todos los siglos de nuestro pasado un conjunto de gobernantes con peor trayectoria, menos currículum y peor aportación a la sociedad civil que el de estos ministros. La gran mayoría de ellos se caracterizan por una absoluta incapacidad para afrontar las responsabilidades que les corresponden

La quiniela montada por Libertad Digital tiene la dificultad de que sólo se pueden elegir cinco candidatos, pero ¡hay tantos que marcar urgentemente! Aído, De la Vega, Chacón, Moratinos... Incluso Rubalcaba ha perdido sus facultades, y muestra como balance de gestión un aumento de la delincuencia y unas fuerzas de seguridad que lo consideran su peor enemigo. De Rodríguez Zapatero, lo peor que podemos decir es que suscita continuamente la pregunta acerca de cómo ha podido llegar a ocupar el palacio de La Moncloa, dado un pasado profesional y político de perfil fantasmal.

Pero la culpa no es sólo suya. Su Gobierno es la encarnación institucional de una profundísima crisis nacional; moral, cívica, cultural. Ésta es la que hay que afrontar. El día que el centro derecha vuelva al Gobierno, –si quiere hacer algo más que heredarlo– deberá afrontar este problema, que es mucho más importante que el de la crisis económica o el deambular de ZP de estos días por Europa. Desde hace décadas, el rechazo a los valores morales y religiosos españoles, a la tradición cultural y cívica de nuestro país, la sustitución del orgullo español por la burla y el odio, la introducción de la dictadura del relativismo, del laicismo y del nihilismo ético en las élites intelectuales y políticas, han lastrado el funcionamiento de las instituciones democráticas. Y han catapultado al poder personalidades y caracteres. Zapatero no es más que la encarnación sonriente de este enorme problema.

Al respecto, el proceso regeneracionista de 1996 funcionó, pero no lo suficiente. Aznar sacó a las instituciones democráticas del fango de corrupción en que el PSOE las dejó después de 14 de años de gobiernos de Felipe González. Dio algo más de aliento a la sociedad civil española, asfixiada económicamente por el intervencionismo y la corrupción moral y económica socialista. Sacó la lucha antiterrorista del pozo de crimen y robo en que se había convertido, y tímidamente en la primera legislatura y con más decisión en la segunda, se buscó recuperar el sentido de unidad entre los españoles.

En términos de regeneración moral y cívica no se avanzó lo suficiente, o mejor, no se pudo llegar a revertir la degeneración de la educación, la cultura y la moral. Frenó el proceso, pero ni lo paró ni lo invirtió. El comportamiento del electorado en 2004 primero, y en 2008 después, muestra hasta qué punto el despiste moral y cívico de gran parte de los españoles, abandonados al relativismo, a la pereza moral y al pasotismo nacional e institucional, conducidos por unas elites radicales tiene consecuencias. Las que hoy estamos viviendo, entre crisis y crisis, en nuestro país.

En esta misma columna, ya citamos dos de las conclusiones que el Partido Popular debiera sacar de algunos acontecimientos de la política nacional: la necesidad de garantizar sin medias tintas y sin complejo alguno la independencia de la justicia, y la necesidad de plantar cara de una vez por todas a la poderosa izquierda mediática y cultural. Hoy establecemos otra necesidad nacional de primera magnitud, que la derecha debe hacer suya cuanto antes: la de elevar el espíritu cultural, cívico y moral de la nación española. Si la izquierda sigue empeñada en destruir la tradición nacional, la moral humanista, el pasado histórico y las creencias religiosas de los españoles, la derecha debe restituirlas con igual empeño, porque además los españoles están más cerca de estos valores que de los que encarna la izquierda nihilista que nos gobierna, y porque además sin ellos la nación española se resiente cada vez más.

El error Zapatero no debiera volver a repetirse en España. Una nación orgullosa de sí misma, con valores fuertes, con conciencia de sí misma y de su valor, decidida a jugar fuerte en el exterior, haría imposible la visión de ZP deambulando de cumbre en cumbre. Para ello hará falta en la derecha al menos dos cosas; en primer lugar una capacidad de liderazgo capaz de llevar a cabo una regeneración, no de las instituciones sin más, sino de la nación española, sin complejos centristas ni miedo al qué dirán. Y en segundo lugar, una visión histórica capaz de ver que España avanzará o retrocederá más allá de la próxima crisis económica, de las próximas elecciones o de las próximas encuestas. Si la izquierda y parte de la derecha nos han hecho llegar al error Zapatero, ¿por qué no vamos en el futuro a intentar enmendar sus causas?

En España

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