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El estado de la guerra

La revisión se espera para la semana que ahora empieza, pero en la que termina el secretario de Defensa Gates ha estado en Afganistán, y las palabras optimistas han predominado sobre las de signo contrario.

Toca revisión estratégica sobre Afganistán. El dispositivo estratégico actual fue aprobado por Obama en diciembre del año pasado, con el mandato de hacer balance un año después. Los dos elementos esenciales entonces aprobados eran el incremento de tropas en treinta mil y un plazo de año y medio –julio del 2011– para el inicio de la reducción del esfuerzo militar, sin dar cifras ni señalar ritmos. A este respecto, el único dato claro es que reducir es lo contrario de aumentar. La misión era afganizar la guerra: preparar las fuerzas gubernamentales y degradar las capacidades enemigas lo suficiente como para que las primeras pudieran ir haciéndose cargo de enfrentarse a las segundas. Los americanos, cada vez en menor número, irían pasando al segundo plano, como asesores, instructores y apoyo en múltiples funciones, en similar papel al que se supone que están jugando ya en Irak.

Para poder llegar a esa transferencia gradual de responsabilidades, las operaciones bélicas deberían concentrarse en destruir los principales centros de poder talibanes, derrotarlos en ciertas zonas claves donde dominan y expulsarlos de las ciudades. Ante todo de Kandahar, en el sur, la segunda ciudad del país después de la capital, la más importante de toda el área pashtun, donde los "seminaristas" guerreros encuentran su base étnica. El objetivo final de las operaciones sería consolidar la acción gubernamental de Kabul, ofreciendo a la población seguridad y buen gobierno.

Así pues, se convino en que se trataba ante todo de una estrategia de contrainsurgencia, que habría desplazado la preferida por el vicepresidente Biden y una minoría de militares, definida como contraterrorista, y caracterizada por los golpes de mano más o menos quirúrgicos contra el liderazgo de los grupos dedicados al terror. Pero a pesar de esta derrota en la incruenta batalla interna en Washington, el discurso de Obama declaró taxativamente que el principal objetivo era neutralizar Al Qaeda, capturando o eliminando a sus jefes. Y esa tarea se ha proseguido utilizando con preferencia ataques aéreos desde aviones sin piloto, teledirigidos desde territorio americano, contra blancos que las más de las veces se hallan en el lado pakistaní de la frontera con Afganistán, lo que se lleva a cabo en un semilimbo legal, con una tolerancia nunca explícita y siempre problemática de las autoridades de Islamabad.

Cuando de nuevo las facciones que se combaten dialécticamente en los terrenos de la Casa Blanca pugnan entre ellas por presentar un panorama con elementos positivos –alentadores de la continuidad del esfuerzo– o negativos –enfilando hacia la retirada, en el punto más polémico de la disputa–, el plazo para iniciar la reducción de tropas, por modesta que fuere, los partidarios de la primera posición parecen haber ganado ya una primera batalla al haber conseguido que se desplace al 2014. Lo que es fiarlo tan largo como se quiera, pues podría muy bien quedar fuera del mandato del actual presidente, cuyas posibilidades de ganar las elecciones del 2012 dependen, entre otras cosas, pero en medida considerable, de la marcha de los acontecimientos en el país centroasiático.

La revisión se espera para la semana que ahora empieza, pero en la que termina el secretario de Defensa Gates ha estado en Afganistán, y las palabras optimistas han predominado sobre las de signo contrario. Petraeus, el comandante de las fuerzas americanas, cree que "hemos detenido el impulso de los taliban en muchas zonas del país, pero no en todas". Cameron, también visitante, ha visto "signos alentadores de progreso", lo que no es baladí, pues las tropas británicas son candidatas preferentes a una temprana retirada. Hablando al lado de Karzai dijo que "el 2011 será el año en que el progreso [actual] se vuelva irreversible". Con estos elementos, y "con la que está cayendo" en Washington sobre Obama como consecuencia de su derrota en las elecciones del medio mandato, no parece que la izquierda del partido demócrata consiga su propósito de tirar la toalla en Afganistán.

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