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El fracaso victorioso de ZP

El fracaso de Zapatero en su primera negociación europea lastará por décadas la defensa de nuestros intereses en la Unión. En un solo día, España ha pasado de ser uno de los grandes a ser uno de los pequeños del club europeo. Alemania, Francia y el Reino Unido ganan, España y Polonia pierden dramáticamente. Sólo la falta de cultura internacional de nuestra sociedad y la infinita capacidad de manipulación del actual Gobierno pueden explicar que este inmenso fracaso pretenda ser vendido como una pírrica victoria.
 
El éxito que Zapatero trata de vendernos es infinitamente peor que lo que habíamos logrado en Niza. Lo que ZP dice haber logrado ya había sido rechazado por Aznar en diciembre. Lo que Zapatero pidió como máximo era menos que la última trinchera por la que el anterior Gobierno se hubiera batido.
 
El horizonte europeo de España se oscurece así dramáticamente como consecuencia de la incompetencia, la debilidad y la frivolidad de un Presidente del Gobierno que ha disfrutado mucho viendo como los demás peleaban fieramente por sus cuotas de poder mientras él sonreía como si la lucha no fuera con él. Las futuras reformas de la Política Agraria Común, la negociación de las ayudas financieras a nuestro país, la aplicación de los acuerdos de Kyoto, todo podrá ser decidido en la Unión Europea sin que la posición de España tenga ninguna relevancia. Entonces será el rechinar de dientes de muchos colectivos que hoy parecen no enterarse de las consecuencias de este fracaso.
 
El Gobierno español jamás debería haber aceptado una Constitución que bajo la coartada de simplificar la normativa comunitaria ha desencadenado un nuevo reparto de poder en la Unión. Al final, esta Constitución no cumple con el mandato de simplificación que se le pedía y modifica el equilibrio de poder sin que nadie se lo hubiera solicitado.
 
Ante este gran fracaso el Partido Popular hace mal en dar un cheque en blanco en forma de sí anticipado en un futuro referéndum. Por coherencia, si esta Constitución es tan negativa para nuestros intereses como sus propios dirigentes denuncian, no es posible concluir un duro discurso de crítica política anunciando el voto favorable. En segundo término, esta posición es dar una victoria inmerecida, injusta y contraproducente al Gobierno socialista.
 
El PP nunca podría votar en contra de Europa. No lo puede hacer ni por su dilatada tradición europeísta ni por principios. Pero debería reservar su posición primero hasta que el Gobierno convoque efectivamente el referéndum, segundo a que se conozca el contenido de la pregunta y tercero a la exigencia de que el Gobierno no siga haciendo un uso indecente de su vacua y falsa victoria en Bruselas.

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