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El futuro de la industria aeronáutica

Como en otros ámbitos de la construcción europea, la cooperación no puede dar paso a un centralismo francés. Para desgracia de nuestro país, de los trabajadores y de la industria aeronáutica en general, de Zapatero puede esperarse lo peor.

La industria aeronáutica española se integró en EADS, el consorcio europeo, a cambio de un peso relativamente pequeño en términos de capacidad de decisión –5,5% del accionariado–, pero con un peso industrial relativamente alto. España obtuvo un importantísimo beneficio al conseguir que el montaje del futuro A400 se realizara en Sevilla, lo que supuso unas millonarias inversiones, puestos de trabajo cualificados y –muy importante– que nuestro país fuera un centro de decisión y de desarrollo industrial. Hoy todo ello está en peligro y tanto la debilidad como la actitud entreguista del Gobierno de Zapatero nos hacen temer lo peor.

EADS representa como pocas empresas la propia construcción europea: en su lado positivo porque permite realizar proyectos de escala mundial de forma competitiva entre varios países y representa, como el euro, otro éxito europeo. La parte negativa de EADS es que Europa está tremendamente politizada y sufre una permanente lucha de poder entre Alemania y Francia por controlar la empresa. Cada uno barre para casa en términos de empleo y peso industrial.

El Gobierno de Aznar merece el reconocimiento por haber conseguido en su momento un hito para la industria aeronáutica española: localizar la división militar en España y el montaje del A400 en Sevilla. No se partió de cero, puesto que España ha diseñado, fabricado y vendido aviones desde hace muchos años. No obstante este hito, esta primera piedra significó el primer paso en EADS y abrió el camino para que un capital importante humano y tecnológico se desarrollara y consolidara en nuestro país. Lo que culminó con la implantación de Eurocopter o de numerosas industrias auxiliares tanto civiles como militares generando empleo e innovación.

Los recientes rumores publicados respecto a importantes diferencias en el seno de EADS parecen indicar algo tan preocupante como que la división militar de Airbus se trasladaría íntegramente a Toulouse. Los rumores existen desde hace tiempo y ya se especuló con el posible traslado del montaje del A400 a dicha ciudad. De hecho, no es un secreto que Francia ambiciona posicionarse en el sector aeronáutico como un polo de referencia mundial y utilizar el consorcio europeo como una mera coartada para que el grueso de los beneficios, económicos e industriales, permanezcan allí. La excusa es que existen importantes retrasos y que los resultados no son los esperados en la fabricación del A400 y coinciden con una fuerte inyección de capital –5.000 millones de euros– que el Estado francés ha concedido a EADS y que, por supuesto, París desea que tenga su peso en términos de poder.

Cuestión aparte y que merece una profunda reflexión es evaluar cuáles son los resultados del programa concreto pero, del mismo modo que no procedió reubicar el montaje del A380 o del A350 por sus continuos retrasos, parece que la postura francesa es más bien oportunista.

El Gobierno español debe luchar para defender la actual ubicación de la división militar y la capacidad industrial aeronáutica de nuestro país. No sólo porque sea en el interés estratégico de España, también por una cuestión de equidad, de reparto de trabajo y porque, como en otros ámbitos de la construcción europea, la cooperación no puede dar paso a un centralismo francés. Para desgracia de nuestro país, de los trabajadores y de la industria aeronáutica en general, de Zapatero puede esperarse lo peor. El Gobierno del PSOE antepone su ridícula imagen exterior basada en el buenismo y la Alianza de Civilizaciones a defender el interés propio, tanto económico como defensivo.

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