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El ministro orquesta

a pesar de estar encantado, a Bono se le queda pequeño el Ministerio de Defensa. Se le queda pequeño porque su ambición política es otra y no perderá nunca la esperanza de poder culminarla

José Bono recaló en Defensa porque Zapatero creyó que era el ministerio donde menos podía incordiarle. Al albaceteño le entusiasma además la parafernalia y lo militar sigue conservando, para bien o para mal, una imponente liturgia. Bono es un ministro feliz. Utiliza un bastón de mando cada vez que revista a las tropas y las arenga con la fuerza de un general del Siglo XIX. Pero al mismo tiempo, le divierten los juguetes tecnológicos propios del siglo XXI de los que disponen las Fuerzas Armadas. Mantiene además una apretada agenda internacional que igual le permite codearse con Rumsfeld que visitar a su amigo Chávez en Caracas.
 
Pero, a pesar de estar encantado, a Bono se le queda pequeño el Ministerio de Defensa. Se le queda pequeño porque su ambición política es otra y no perderá nunca la esperanza de poder culminarla. Se le queda pequeño además porque no es fácil para un ministro de Defensa estar todos los días en los medios de comunicación, y Bono necesita esa presencia como el resto de los mortales necesitamos respirar. Pero él tiene la suficiente imaginación como para inventar un show cada mañana  -tenga o no que ver con su departamento- y el suficiente ingenio como para sacar un titular de cada intervención.
 
En realidad Bono es mucho más que un ministro de Defensa. Es sin duda, después de Zapatero, la principal personalidad política del Gobierno. Es el ministro mejor valorado. Y tiene vocación de ministro multifunción. Allí donde hay un problema aparece Bono con una solución. Que hay listas de espera en los hospitales, ahí está Bono abriendo los hospitales militares a todos los ciudadanos y ciudadanas. Que hay un problema de vivienda, ahí está Bono regalando generosamente, en nombre de las Fuerzas Armadas, millones de metros cuadrados para paliar la situación. Que hay un problema de seguridad, ahí está Bono sacando sus soldados a las calles, a las estaciones, a los aeropuertos o a donde haga o no falta para dar tranquilidad a los españoles. Que las relaciones con Estados Unidos se tuercen, ahí está Bono para deshacer malentendidos y organizar una reunión en Washington “al más alto nivel”, es decir al suyo, que ni los ministros de defensa de Aznar consiguieron concertar. Si hay una escalada bélica entre Venezuela y Colombia, ahí está también él para imponer la paz y, de paso, vender armas a ambos.
 
Con un ministro así, la pregunta es para qué necesitamos un Gobierno. Bono es el mejor ministro de Sanidad, de Vivienda, de Asuntos Exteriores e incluso de Asuntos Religiosos que Zapatero puede encontrar en el PSOE. El problema es si es también el mejor ministro de Defensa o eso es solo la plataforma desde la que desarrollar su inabarcable y ambiciosa agenda política personal.   

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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