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El mito de Moratinos

Moratinos, un hombre de la vieja guardia interpretativa debe estar confuso por no querer ver su equivocación de tantos años. Arafat no era la solución sino parte del problema

Hay dos mitos que se le han caído a este gobierno en un solo día. Por un lado, el mito de que Moratinos, habida cuenta de su pasado y su permanente devoción por la causa árabe y palestina, era verdaderamente un interlocutor lo suficientemente atractivo y poderoso como para hacer desembarcar en Barcelona a lo mejorcito de los dirigentes árabes. No ha sido así y Rodríguez Zapatero no ha podido disfrutar de esa foto que tanto buscaba, rodeado de magnates de Oriente Medio.
 
El otro mito se le ha derrumbado al mismísimo Miguel Ángel Moratinos. Su gran líder espiritual, el socialista y pacifista –e incombustible– Simon Peres, al que siempre ha presentado como la vía sensata a seguir, le ha abandonado para correr y caer en los brazos de Ariel Sharon e ingresar, bajo la tutela de éste, en el nuevo partido escindido del Likud. Ni más ni menos que cómplice de quien ha sido tildado tantas veces por la izquierda europea de asesino y bestia parda, de quien el propio Moratinos había criticado el trato que le daba a su amigo Arafat, en fin, el responsable de las matanzas de Sabra y Shatila cuando la ocupación del Líbano... Cuentan que Moratinos perseguía desesperadamente a Peres por los pasillos de la cumbre de Barcelona implorándole “Simon, no lo hagas”. Pero Simon lo ha hecho.
 
Y es que las cosas se están moviendo en Oriente Medio y salvo que los terroristas de Hamas y otros grupos palestinos se entrecrucen en el proceso, más cambios estarán por llegar. Moratinos, un hombre de la vieja guardia interpretativa debe estar confuso por no querer ver su equivocación de tantos años. Arafat no era la solución sino parte del problema y sin él, incluso gente tan bárbara como Ariel Sharon –en sus categorías mentales de la vieja izquierda– pueden atreverse a pasos absolutamente prohibidos con anterioridad. Ahí está la retirada unilateral de Gaza que ha dejado al descubierto los graves problemas de descontrol, corrupción y falta de voluntad por parte de la Autoridad Nacional Palestina, acostumbrada a disfrutar de su histórico papel de víctima que tanto encanto ha causado en la izquierda europea y tanto sufrimiento ha llevado, al mismo tiempo, a su propio pueblo.
 
Gracias a Dios –en su caso a Yahvé– Simon lo ha hecho y está por la labor de construir una mayoría política no aferrada al pasado sino abierta a todas las posibilidades que permitan algún día vivir en paz a Israel. Y a los palestinos a disfrutar de un estado democrático. Peres puede que se equivoque, pero no hay mayor equivocación que quien no lo intenta. Y entre ellos está nuestro ministro de exteriores.

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