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El mundo va por otra parte

En esta guerra global, el rearme moral de nuestras democracias resulta imperativo

Es una desgracia contar con dirigentes políticos en el gobierno que se regodean con poner a España en una situación de aislamiento y marginalidad de la que ya habíamos salido. Más dramático todavía que esos dichos gobernantes nos obliguen a centrarnos en la propia supervivencia de nuestra nación, nublando nuestra vista de las grandes decisiones del mundo. Hablar de política internacional hoy en España es olvidarse de la que está cayendo por culpa de los caprichos de Rodríguez Zapatero y parecer un marciano. Con todo, el mundo no nos espera a los españoles y justo será que alguien le pase factura por ello al ejecutivo socialista.
 
Uno de esos grandes temas internacionales ha sido el discurso del presidente George Bush en el National Endowment for Democracy, el pasado 6 de este mes, aunque aquí haya pasado, lógicamente, desapercibido. ¿Y qué es lo importante de dicho discurso? Pues que Bush ha definido con precisión milimétrica al enemigo de la sociedad occidental. Desde los ataques de septiembre de 2001, su política se había desarrollado bajo la denominación de “guerra contra el terror”, expresión que en España nunca cayó bien y que era discutida por numerosos expertos. Bush parece haberla borrado de su vocabulario. Pero no porque no sea una guerra –que es lo que muchos por aquí piensan– sino porque es plenamente consciente de que el terror sólo puede ser derrotado si se amplía el objetivo de dicha guerra. En cierta medida, Bush ya lo había adelantado en su célebre y criticado discurso del “Eje del Mal” donde además de a los terroristas, culpó a los estados que albergaban o colaboraban con ellos. Ahora ha dado un paso más: Bush ha localizado al enemigo en el Islam radical, el Islam que promueve la violencia y la yihad. Al Qaeda y Bin Laden solo sería la punta armada, terrorista, de un iceberg mucho más colosal.
 
Puede argumentarse que Bush ya había sugerido antes lo que ahora ha dicho, particularmente a través de su iniciativa sobre el Gran Oriente Medio, proyecto que busca la progresiva democratización de los países de la zona como un vehículo complementario a la persecución y eliminación de la violencia terrorista. Pero Bush nunca había dicho hasta ahora que la guerra se plantea entre dos ideologías, la del respeto la vida y el amor a la libertad –la de nuestra civilización– y la del culto a la muerte y el recurso a la opresión y a la teocracia, la de nuestros enemigos radicales musulmanes. En esta guerra global, el rearme moral de nuestras democracias resulta imperativo.
 
En fin, puede que el gobierno español piense que tiene en el bote a los Estados Unidos en lo que se refiere a su “Alianza de civilizaciones”. Pero a tenor de lo que ha dicho Bush, no hay que concederle mucho crédito. Ya lo dijo Blair, que antes hay que empezar por una alianza de civilizados contra el terrorismo islámico mientras que ZP sonreía beatífico. Tal vez porque no le llegara a tiempo la traducción simultánea.

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