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El voto en USA, sondeos y adivinaciones

No es el grado de igualdad en los resultados de los sondeos lo que más desconcierta a los expertos, sino las discrepancias en las encuestas.

Después de muchos cientos, quizás más de dos mil millones de dólares gastados en encuestas, unas secretas (las de las campañas) y otras muchas públicas (las que pagan los medios) llegamos a la conclusión, a menos de 48 horas de la apertura de las colegios electorales, de que lo más probable es que quién sabe, conclusión que avalan muchos prestigiosos comentaristas políticos americanos. Así George F. Will, uno de los mejores columnistas, terminaba el sábado 3 su artículo en el Washington Post con una cita de Woody Allen: "Un camino conduce a la más absoluta desesperación, el otro a la extinción total. Recemos para tener la sabiduría de elegir correctamente". 

Es creencia común que de lo que se trata es de un empate casi milimétrico, pero también son muchos los que no dudan de que habrá un vencedor, incluso por márgenes bastante cómodos, que claro está, no es el mismo en cada caso. No es el grado de igualdad en los resultados de los sondeos la causa única de la perplejidad. Lo que más desconcierta a los expertos son las discrepancias en las encuestas. Algunas pueden estar sesgadas y hasta los más consumados analistas pueden dejarse influir por sus preferencias, pero lo cierto es que las empresas del ramo se juegan su negocio a un error garrafal y los analistas profesionales su prestigio y en alguna medida su carrera. La metodología no ha hecho más que depurarse y los resultados se estudian con gran sofisticación estadística, pero hay una piedra de toque ineludible que son las muestras de población que cada encuestador elabora aspirando a reproducir a diminuta escala y con la mayor perfección posible el universo social completo formado por los votantes. Cuanto más grande la muestra mayores son las posibilidades de acierto, pero también más cara la encuesta. Los datos del proceso nunca son bastantes ni suficientemente fiables. En ello está el origen de las diferencias y la mayor fuente de error.

Las encuestas nacionales presentan divergencias estadísticamente inexplicables, o de explicaciones conjeturales y conflictivas, con las hechas a escala de los estados, que se concentran, por supuesto, en unos pocos en los que se juega la mayoría en el Colegio Electoral que elige al presidente. Por otro lado unas y otras presentan anomalías chocantes: lo que la rama estadística de las matemáticas nos dice es que en la media de todas deberían concentrarse una mayoría de resultados, decreciendo las desviaciones gradualmente hacia los extremos, formando así una pirámide cuyo vértice está en el promedio, pero no es eso lo que está sucediendo, lo que desorienta a los profesionales. Los candidatos llegan a la meta con un empate prácticamente absoluto en el valor medio de las encuestas nacionales. En las de los estados bisagra (péndulo o de campo de batalla o de cara o cruz), Obama ha visto encoger su ventaja, pero parece conservar alguna. Los mejores analistas no se ponen de acuerdo sobre uno u otro ganador o si habrá un resultado popular y otro en los grandes electores. Retornemos a Woody Allen.

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