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En el punto de mira de Al Qaeda

España es más que vulnerable ante los objetivos del terrorismo islámico. La conexión que el PSOE hizo entre estar en Irak y el 11-M y la subsiguiente retirada de aquel país ha servido para adormecer nuestras conciencias.

La opinión generalizada entre los autodenominados expertos españoles en terrorismo, amén de nuestros servicios de inteligencia, es que Al Qaeda había dejado de ser una organización para convertirse en una ideología. Sin embargo, los servicios secretos británicos, americanos y franceses acaban de concluir que Al Qaeda, en tanto que organización articulada, centralizada, con una cadena de mando definida y una estrategia operativa clara, sigue existiendo. Es más, aseguran que tras pasar por unos años difíciles gracias a la presión de la lucha antiterrorista, el soporte que han encontrado en Pakistán y las generosas ayudas financieras que continúan recibiendo del Golfo le han permitido reorganizarse.

Otra idea que goza de consenso entre quienes de verdad saben es que Europa se ha convertido en estos momentos en el objetivo número uno de Al Qaeda. Hay principalmente tres razones para ello. La primera es que les es más fácil que intentar atentar en suelo americano, dado que las medidas de protección se han desarrollado mucho menos en este lado del Atlántico. En segundo lugar, la población musulmana en Europa le permitió a Al Qaeda la creación de redes de apoyo y células de ataque, muchas de las cuales han podido sobrevivir. Era cuestión de tiempo que se restablecieran los canales de comunicación. Hay que recordar aquí el papel esencial que jugó el sirio de origen pero nacionalizado español a través de matrimonio con española, Setmarián. No sólo es el autor intelectual del manual más leído sobre cómo llevar adelante la yihad contra Occidente, sino que fue encargado directamente por Bin Laden de trufar de yihadistas las principales ciudades europeas. Y en tercer lugar, muchos de los jóvenes que llegan como emigrantes a Europa ahora han estado ya expuestos a las teorías del extremismo islámico en sus tierras de procedencia, lo que les vuelve carne de cañón fácil para renovar las filas de los terroristas suicidas.

Hay más razones, como la presencia en tierra musulmana con soldados, lo que vale tanto para Irak como para Afganistán, y, en el caso de España, la figura mítica de Al Andalus, tierra del Islam de la que fue despojada por la fuerza, parte integral del Califato y terreno donde librar la yihad. Si uno se da un paseo por las páginas web del yihadismo, se dará cuenta de que no es una broma.

Los británicos, según la reunión ministerial extraordinaria de este mismo fin de semana, estiman que hay unos 14.000 jóvenes en Inglaterra dispuestos a apoyar la yihad personalmente, de los cuales 1.500 son considerados muy peligrosos y se les tiene sometido a vigilancia y control por parte del servicio secreto interior, el MI5. En contra de lo que se pensaba antes, ahora se han descubiertos lazos significativos entre lo que se creía un fenómeno de terrorismo local y Al Qaeda, a través de Pakistán. El Ministerio del Interior galo maneja cifras aún mayores.

En España apenas sabemos nada. Sólo que los dirigentes moderados de algunas asociaciones musulmanas han sido descabezados recientemente en beneficio de personas más extremistas, inspiradas y sostenidas por el wahabbismo saudí; que los jóvenes que proceden de Marruecos y vienen a España a trabajar también se traen puesto, cada vez más, sus sentimientos antioccidentales; y que la segunda generación es mucho más radical y rechaza nuestros valores mucho más que sus padres. Como ha ocurrido en todos el resto de Europa.

España es más que vulnerable ante los objetivos del terrorismo islámico. La conexión que el PSOE hizo entre estar en Irak y el 11-M y la subsiguiente retirada de aquel país ha servido para adormecer nuestras conciencias; la delicadeza con que se trata a ETA impide un discurso claro frente al peligro del terror islámico en el que, dicho sea de paso, la izquierda apenas cree. Y, sin embargo, nos miran, nos estudian y en algún momento, cuando más les convenga, actuarán. Salvo que lo impidamos antes.

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