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Esta vez sí

No caben dobles raseros en nuestra estrategia. Tanto en Ammán como en San Petersburgo la cultura liberal es la solución

La sentencia del Tribunal Supremo de Ucrania cierra una primera fase de la crisis política provocada por el pucherazo electoral, lo que nos proporciona una cierta perspectiva para tratar de analizar algunos de sus aspectos más relevantes.
 
Para Rusia la evolución de la política ucraniana es fundamental. No sólo es su vecino occidental y una antigua república soviética. Además, una parte importante de la población es rusa y las fronteras actuales de este estado son el resultado de la graciosa arbitrariedad de un déspota comunista, Nikita Kruschev, quien decidió regalar a Ucrania territorios que nunca habían sido suyos. Hasta aquí todo normal. El problema surge cuando el actual Zar decide actuar apoyando la violación de las reglas democráticas. Y es que Rusia no sólo se resiste a aceptar la descomposición de la Unión Soviética, su imperio, sino que además asume la vulneración del estado de derecho. Una vez más, como en tantas ocasiones en su historia patria, los zares tratan de resolver los problemas derivados de la amplitud de sus fronteras y la debilidad de su economía mediante el uso de la fuerza y la limitación de las libertades.
 
¿Cómo hemos reaccionado los occidentales? La postura norteamericana ha sido sorprendente por su incoherencia. Mientras la revolución neoconservadora ha llevado al Presidente Bush a un compromiso con la expansión de la democracia liberal por todo el mundo, porque sólo así se limitarán las causas de inestabilidad, en este caso ha actuado como un clásico realista. En Estados Unidos se especula con la influencia de Rice, una teórica de esta escuela, cuya especialidad académica es Rusia. Es muy posible que la nueva Secretaria de Estado haya reaccionado siguiendo esquemas antiguos, porque no ha sentido la necesidad de trasladar a esta parte del planeta modelos desarrollados originalmente para otras regiones aunque con vocación global. Sin embargo, a estas alturas no conviene minusvalorar el criterio del propio Bush, un hombre que ya tiene experiencia y una opinión propia sobre Putin y los problemas de Rusia. Para Bush, como para otros muchos occidentales, el presidente ruso tiene ante sí un grave problema de control interno y tiene que optar entre una política antiterrorista o mantenerse en la clásica posición antioccidental que tan profundas raíces tiene en el Ministerio de Asuntos Exteriores y entre las elites políticas de aquel país. En este marco, Bush puede estar considerando que la mejor opción es mostrar cierta comprensión, sin con ello legitimar el pucherazo. Rusia debe tragarse el sapo de la derrota, pero no hay que hacer leña del árbol caído.
 
En Europa grandes naciones, como es el caso de Alemania, tienen una percepción semejante. Rusia es demasiado importante y su gobierno demasiado delicado como para tratar de evitar enfrentamientos en territorios limítrofes. Pero Alemania dispone de una ventaja sobre Estados Unidos: la Unión Europea, tras la cual puede esconderse. Javier Solana ha entendido la importancia de la crisis y ha sabido reaccionar. La desestabilización de Ucrania, un país vecino de la Unión y candidato a ingresar, llevaría a una situación extremadamente grave, con el problema añadido de afectar a los intereses de Rusia. Podría ser una crisis más difícil de gestionar que la de los Balcanes. La "diplomacia preventiva" ha sido una realidad, se ha ejecutado con decisión y profesionalidad y, a fecha de hoy, sus resultados son positivos. Un ejemplo de lo que hay que hacer. La pena es que Europa sólo actúa con eficacia cuando siente miedo.
 
Putin merece la comprensión de Occidente ante muchos de los problemas a los que tiene que hacer frente, pero no debemos dejar dudas sobre nuestra posición frente a la democracia liberal y la economía de mercado. Rusia sólo saldrá del agujero en que se metió hace siglos cuando comprenda y asuma la capacidad revolucionaria y creativa de la libertad. No caben dobles raseros en nuestra estrategia. Tanto en Ammán como en San Petersburgo la cultura liberal es la solución. Requerirá tiempo, será un proceso largo y habrá que administrarlo en función de las características específicas de cada sociedad, pero ni podemos olvidar cuál es la meta, ni enviar señales equívocas.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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