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¿Estamos ganando la lucha contra el terrorismo?

A Ben Laden, sin duda. Lo advirtió Bush en repetidas ocasiones, y hasta Obama ha cumplido en este asunto.

A Ben Laden, sin duda. Lo advirtió Bush en repetidas ocasiones, y hasta Obama ha cumplido en este asunto. Los americanos han mostrado una firmeza en identificar a los culpables, perseguirlos y castigarlos, que para sí lo quisiéramos nosotros. Tardó diez años, pero igual hubiesen dado veinte. América persigue a sus enemigos, como comprobó un Ben Laden que al final de su vida vivía como un pordiosero.

Los americanos, además, han evitado numerosos atentados en suelo americano. Algunos en fase de preparación, como el secuestro simultáneo de varios aviones de línea entre Gran Bretaña y los Estados Unidos en agosto de 2006. Otros fracasaron en el último momento, como el coche bomba aparcado en Times Square en 2009, o la tragicómica historia del nigeriano que también en 2009 sólo acertó a quemarse sus partes cuando trataba de volar un avión en vuelo hacia Detroit. Con otros no hubo tanta suerte, como el atentado contra Fort Hood que se saldó con la muerte de 13 soldados americanos.

Ahora, si bien los restos de Ben Laden descansan en el fondo del océano con más pena que gloria, y sus secuaces se pudren en cárceles pakistaníes y de medio mundo, las franquicias de Al Qaeda gozan de buena salud. En el Magreb, la Península Arábiga o el Cáucaso, su actividad es constante. Tanto ellas como otros grupos y milicias violentos siguen recaudando fondos para la yihad en mezquitas de todo el mundo musulmán y de Occidente, siguen teniendo campos y bases de entrenamiento en Yemen, Sudán, Pakistán o Somalia, y lanzando mortíferos ataques aquí y allí. No cabe duda de que seguirán por muchos años buscando los resquicios que en 2001 sí lograron.

Este es sin duda otro de los puntos a nuestro favor: el desarrollo de los mecanismos de seguridad necesarios para evitar los fallos de inteligencia y militares de hace diez años. Los terroristas tienen más difícil atentar hoy que entonces, y eso que -como dice el jefe de policía neoyorkino- "no sabemos qué no sabemos". Al menos, sabemos que no sabemos. Lo que no sabíamos en 2001.

Y sobre todo sí sabemos que de no haber puesto en marcha la guerra contra el terrorismo en 2001, desalojado a los talibanes, y mostrado a todo el mundo que la dictadura era algo intolerable que no íbamos a permitir, el peligro sería mayor. Ahora, con la seguridad que proporciona la lejanía del 11S y su carácter excepcional, no vale engañarse. Estamos mejor, pero lo de bajar la guardia no será por mucho tiempo.

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