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Fieles a la mejor tradición

Teherán lo sabe y confía en que, una vez más, los europeos escondan la cabeza bajo tierra, más temerosos de los riesgos de una política de firmeza o de las previsibles divisiones en el seno de la Unión que de los efectos de un Irán nuclearizado

El pasado lunes el diario británico Financial Times dedicaba un interesante comentario editorial al tratamiento de la cuestión iraní. En fechas anteriores habían sido varias las crónicas publicadas referidas a la presión de la Agencia Internacional para la Energía Atómica sobre el gobierno de Teherán, los movimientos de la diplomacia norteamericana para plantear el problema en el Consejo de Seguridad y la actitud huidiza de los gobiernos europeos. Sobre este último aspecto han sido varios los argumentos esgrimidos, en gran medida resultado de declaraciones off the record de diplomáticos del Viejo Continente: hay que dar tiempo a la Agencia para tener una visión más precisa de la gravedad de la situación; no conviene dar pasos en firme cuando no sabemos quién va a estar en la Casa Blanca el próximo Enero o, por último, hay todavía un margen importante de negociación con Irán.
 
Lo interesante del comentario editorial del más influyente de los medios escritos europeos es que desvela, y de paso asume, la posición consensuada en Bruselas:
 
"El problema geopolítico es que –con o sin teócratas en Teherán- los iraníes se sienten amenazados. Después de un siglo de ser invadidos, rodeados por potencias nucleares como Israel y nerviosos por la presencia de fuerzas norteamericanas en Iraq, Afganistán, Asia Central y el Golfo, Irán tiene legítimas preocupaciones de seguridad".
 
Repasemos los argumentos. Irán fue invadido durante la II Guerra Mundial, como otras muchas naciones que no se han sentido por ello obligadas a desarrollar programas nucleares. Israel no es una amenaza para Irán, salvo que los ayatolláhs pongan en peligro el estado judío. Hay fuerzas norteamericanas en países próximos, pero Estados Unidos sólo se plantearía invadir Irán por una causa mayor, porque Irán fuera una seria, grave e inminente amenaza. Si Irán mantiene una política exterior propia de un estado pacífico, con o sin fundamentalistas en el poder, sabe que no tiene nada que temer. No es verdad que el gobierno de Irán tenga "legítimas preocupaciones de seguridad". Sus "preocupaciones" son el resultado de una política exterior que tiende a subvertir su entorno inmediato. Su apoyo al grupo terrorista e islamista chiíta Hezbolá; su colaboración, a través de Hezbolá, con los terroristas palestinos de Hamás y de Al-Aksa; el reclutamiento, realizado desde instancias oficiales, de jóvenes dispuestos a inmolarse en Irak; la ayuda al dirigente radical Moqtada Al-Sadr son opciones libremente elegidas que convierten a Irán en una amenaza. Si Irán se siente insegura es porque primero ha decidido agredir a un conjunto de naciones.
 
Los estados europeos, así como los sensatos y profesionales editorialistas del Financial Times, están jugando a representar los papeles de Chamberlain y Halifax . Unos y otros conocían la realidad, pero trataban de sortear la amenaza. Teherán lo sabe y confía en que, una vez más, los europeos escondan la cabeza bajo tierra, más temerosos de los riesgos de una política de firmeza o de las previsibles divisiones en el seno de la Unión que de los efectos de un Irán nuclearizado.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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