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Fracaso en Kosovo

Casi cinco años después del final de la guerra en Kosovo la situación de la provincia acumula más problemas que avances. Existen aún graves deficiencias en los servicios básicos, la economía continúa siendo totalmente dependiente de la ayuda internacional, la integración interétnica está fracasando, el sistema democrático no se consolida, la proliferación de mafias resulta inquietante y para empeorar el panorama hay una creciente presencia de grupos islamistas con posibles conexiones con Al Qaida. Muchos europeos entenderían mejor las dificultades de Estados Unidos en Irak si miraran antes nuestro propio patio trasero en Kosovo.
 
Kosovo dista mucho de ser una provincia democrática, segura y próspera. El sistema eléctrico apenas suministra la mitad de la energía necesaria, por lo que existen constantes cortes de electricidad. La integración interétnica no sólo no avanza, sino que retrocede. Así, si en 1999 un 10% de la población era de origen serbio a fecha de hoy ese porcentaje no llega al 5%. Más de 1300 serbios han sido asesinados desde entonces. La guerrilla del UCK sigue activa y es un importante factor de inestabilidad no solo para la provincia sino para la vecina Macedonia.
 
La policía local es incapaz de controlar el desarrollo de las mafias locales. Kosovo se está convirtiendo en una de las rutas principales del tráfico de heroína hacia Europa y comienza a ser puerta de entrada para flujos de inmigración ilegal provenientes de países como Pakistán, Afganistán, Georgia y el Kurdistán, entre otros.
 
La corrupción campa por sus respetos y hay incluso cuerpos de seguridad que se han transformado en organizaciones mafiosas que utilizan a sus miembros para ajustes de cuentas o colocar artefactos explosivos.
 
Pero quizá lo más inquietante para nosotros sea la progresiva penetración de grupos de islamistas radicales y la posible presencia de células de Al Qaida en su territorio. Organizaciones supuestamente humanitarias de origen saudita están creando madrazas en las que se educa a los niños en el fundamentalismo islámico. Hay mezquitas en las que incluso se alienta la existencia de bombas humanas.
 
Todo esto ocurre en un Kosovo tras casi cinco años de un gran esfuerzo por la comunidad internacional y con una administración liderada por Naciones Unidas. A quienes se regocijan por las dificultades actuales en Irak y defienden que la única solución es poner el país árabe bajo control de la ONU, quizás les viniera bien fijarse un poco más en el ya olvidado Kosovo.

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