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GEES

Fracaso personal

La orgullosa ministra ha vuelto a fallar, sembrando el caos en el interior, y aumentando la desconfianza en el entorno de la operación Atalanta.

Ella que habla del esfuerzo conjunto de todos los departamentos que contribuyen a la defensa, ella que habla de colaboración y planificación, ella que habla de la perspectiva interministerial, ha vuelto a dar un espectáculo de improvisación y descoordinación. Carmen Chacón ha vuelto a meter la pata, arrastrando nuestra imagen y la de nuestras Fuerzas Armadas, en un nuevo episodio de despiste, mala comunicación y falta de rigor. Hace pocas semanas Carmen Chacón viajaba a Kenia para dejar atado el problema de la detención, custodia, y entrega de los piratas, porque el Estado español no contempla el delito de piratería. Todo para que no sucediera lo que ha sucedido con los piratas somalíes: descoordinación, desorden, caos y entrega precipitada y en medio del escándalo.

Sería un problema interno entre la justicia y su Ministerio si no fuese porque España ostenta el mando de la operación Atalanta. Una misión a la medida del Gobierno y de Chacón: europea, amparada por varias resoluciones de Naciones Unidas y emplazada en África Subsahariana. Durante meses, la ministra ha hablado con ahínco del liderazgo y la iniciativa española en esta misión. Según Carmen Chacón, fueron ellos y nada más que ellos los que percibieron con claridad la dimensión del problema de la piratería y se hicieron eco de que había una preocupación internacional. Fueron ellos los que impulsaron con firmeza las soluciones multilaterales, y los que respondieron al llamamiento del propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Fueron ellos los que impulsaron la puesta en marcha de la operación europea contra la piratería y arrastraron al resto de países a unirse a la misión.

A principios de marzo los Veintisiete llegaron a un acuerdo con Nairobi para transferir a sus tribunales y prisiones a los piratas que apresen, dado que muchos países de la UE –entre ellos, España– no tienen desarrollada una legislación propia que permita la detención y procesamiento de los piratas. Dos meses después, durante los cuales Carmen Chacón se comprometió a llevar al Parlamento el nuevo marco legal "para que se vea que las garantías que quería España se han conseguido", y que incluyeron un viaje relámpago a Mombasa buscando el impulso mediático de la operación.

Pero a las primeras de cambio, la orgullosa ministra ha vuelto a fallar, sembrando el caos en el interior, y aumentando la desconfianza en el entorno de la operación Atalanta. Lo que empieza a ser una costumbre en 2009. Empezó el año con un drástico recorte presupuestario que ha paralizado la profundización del modelo de profesionalización de las Fuerzas Armadas, el proceso de transformación y el fomento de la investigación, o el desarrollo y la innovación. Todas ellas promesas de la ministra de Defensa que repite en todos y cada uno de sus discursos a sabiendas de que no las cumple. A ello unimos sus encontronazos con los aliados en la OTAN, o su palabrería sobre el multilateralismo mientras toma decisiones unilaterales al margen de los aliados. Si en el día a día es incapaz de cumplir con su labor, ¿cómo fiarse de su gestión en momentos agudos de crisis? Además, en el caso de los piratas, su fracaso es personal, porque la operación es su operación, así la ha vendido en el interior y en el exterior. El problema es que éste es el problema más suave al que se pueden enfrentar las Fuerzas Armadas. Esperemos que también el último.

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