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Francia vota

La experiencia francesa es que la primera vuelta prefigura la segunda. El que se queda a la zaga es muy difícil que gane la partida final. En la primera se vota con el corazón, se dice, y en la segunda con la cabeza.

La ley francesa no permite anticipar predicciones de los resultados sobre la base de las encuestas de salida de urna, con lo que se retrasará el conocimiento del tanteo definitivo en unas elecciones muy apretadas, en las que queda un pequeño margen para la sorpresa. 45 millones son convocados a las urnas y se prevé una abstención del orden del 25%, frente a la mínima del 16% en las anteriores del 2007. El lector podrá cotejar estas previsiones con la realidad. Las de entonces fueron importantes por las novedades que podían comportar, que la posterior actuación de Sarkozy rebajó en la práctica. Las de ahora lo son todavía más por la excepcional coyuntura de la crisis en la que estamos sumergidos. Un descenso en la participación no se explica, por tanto, por indiferencia o abulia de los franceses, sino por el desconcierto en el que se encuentran y la irritación que les produce la política actual. De hecho esta consulta trae consigo una mayor polarización. Con nada menos que diez candidatos, los cinco que cuentan representan en conjunto un reforzamiento de los extremos. El Frente Nacional de Marine Le Pen y el Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélanchon sumados superarán a cualquiera de los dos candidatos estrella, mientras que el centro de François Bayrou que obtuvo el 18% hace cinco años, adelgaza hasta aproximadamente el 10%.

Por supuesto, como es de rigor en la V República, la segunda vuelta dentro de dos semanas es indispensable y los que pasan a ella son el candidato socialista y el de la UMP (Unión por un Movimiento Popular) y actual presidente. No hay ningún misterio en ello. Por eso las especulaciones se concentran en el 6 de mayo. Sin embargo, la experiencia francesa es que la primera vuelta prefigura la segunda. El que se queda a la zaga es muy difícil que gane la partida final, a pesar de que se dé un reagrupamiento de sufragios. En la primera se vota con el corazón, se dice, y en la segunda con la cabeza. La mayor parte de las encuestas le dan a Hollande, en la consulta de hoy, una ventaja que tiende a estar dentro del 3% del margen de error, y un par de ellas los sitúan empatados. Ninguno llega al 30%, lo que indica el fraccionamiento del voto en Francia.

La esperanza de los partidarios de Sarkozy reside en la tendencia, y esta ha sido a acortar distancias entre el actual inquilino del Elíseo y su rival por la izquierda y a agrandarla respecto a su contrincante por la derecha, la Sra. Le Pen. La cifras indicadas más arriba son muy recientes, con lo que las posibilidades de que lo que los franceses llaman la "dinámica" siga haciendo su trabajo a favor del presiente son pequeñas. Resta también una débil esperanza que podríamos llamar "andaluza": que una parte de los derechistas voten ya con la cabeza y en contra del corazón sin atreverse a declararlo en los sondeos.

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