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Gafas "ansia infinita de paz"

Con las gafas del "ansia infinita de paz", Rubalcaba tiene dos funciones. Por un lado está llamado a ser quien negocie los despiadados terroristas. Por otro lado, quien maree y distraiga al PP y a los constitucionalistas del PSOE.

Hace un par de días, la banda terrorista ETA publicaba en Gara su programa político para la negociación con el Gobierno. En ella, los encapuchados hacían importantes revelaciones ideológicas, políticas y estratégicas. Respecto a las primeras, los etarras repiten lo mismo que desde hace treinta años, en la "Alternativa KAS", en la "Alternativa Democrática" o en la "Declaración de Anoeta"; respecto a la segunda, tienen claro que el enemigo no es España, sino la derecha liberal española, a la que llaman fascista; en cuanto a lo tercero, manos libres para seguir chantajeando a empresarios y atacando en la calle a los desafectos a la negociación.

Texto importante que no gozó de la atención del ministro de Interior. Elegido por Rodríguez Zapatero para pilotar la negociación con ETA, Rubalcaba fue tan bien recibido por los encapuchados como mal por el partido de la oposición, el mismo que en el Gobierno puso a ETA contra las cuerdas. Con la cartera de Interior, Rubalcaba recibió los anteojos del proceso de paz etarra; aquellos que permiten a Zapatero mirar por encima de las víctimas y los desmanes terroristas para contemplar un radiante futuro en paz que los demás no alcanzan a ojear.

Con las gafas del "ansia infinita de paz", Rubalcaba tiene dos funciones. Por un lado está llamado a ser quien negocie los despiadados terroristas. Por otro lado, quien maree y distraiga al PP y a los constitucionalistas del PSOE. Como su jefe de Gobierno, tenía la vista puesta más allá de las pequeñeces partidistas, en un horizonte radiante con Zapatero investido de profeta de la Paz. La visión a corto plazo quedaba para aguafiestas y desesperanzados; a éstos, lo mejor era desactivarlos y convertirlos en fuerzas antipacíficas y extremistas.

Mirando el futuro tras las gafas de la paz de Zapatero, el ministro de Interior mostró una enorme desgana ante la entrevista etarra. Quizá porque el caso Bono – el último servicio del ex ministro a su Gobierno– ha obligado a Rubalcaba a ponerse las gafas para mirar de cerca y apagar los incendios en su propia casa; "lo vi con mis propios ojos", ha declarado uniendo su versión a la de Bono, frente a policías y jueces, y cargando de nuevo contra quien le recordaba la sentencia.

Tras repetir la grandeza de su proyecto pacificador, y descalificar a quienes se oponían a él, el Gobierno ha tenido que desviar la mirada hacia sí mismo, y examinar de cerca qué hacer con dos ministros y un ex ministro que de repente aparecen ante la opinión pública más interesados en lo que hace el Partido Popular y las víctimas de ETA que en meter en la cárcel a los miembros de la banda de criminales.

Parece claro que la estrategia negociadora de Zapatero y Rubalcaba les exige mirar hacia lo lejos y apartar sin miramientos y sin desviarse un milímetro, a víctimas y aguafiestas varios. Pero cuando sus pasos se han enredado en los asuntos mundanos que el mismo Gobierno ha creado, Rubalcaba ha tenido que ponerse las gafas de cerca y dedicarse a espantar los problemas que el ex ministro y Alonso han dejado en el camino de la paz.

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