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Goodbye, Mr. Alonso

Alonso ha sido sin duda firme en sus compromisos, pero no con Defensa sino con Zapatero.

Habilidad negociadora, mucha firmeza en los compromisos y mucha discreción son algunos calificativos que determinados medios de comunicación dispensan al próximo portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, José Antonio Alonso, y ministro en funciones de Defensa. Una delicada cartera por la que ha pasado sin hacer apenas ruido, como subrayan los propios socialistas como si fuera todo un mérito. Un grave error. Nuestras Fuerzas Armadas merecen algo más de ruido para que se las oiga, que falta les hace.

El amigo de Zapatero accedió a la cartera de Defensa en abril de 2006 con un perfil moderado, en antítesis a la estridencia del "multimedia" Bono. Tras la utilización que éste hizo del ministerio para sus propios intereses, muchos querían y necesitaban creer que Alonso arreglaría una cartera de Defensa sin rumbo. Pero su primera decisión fue cesar injustamente al entonces Jefe del Estado Mayor del Ejército, el general José Antonio García González. De esta forma Alonso decidió seguir con el proceso de politización y de purga de la cúpula militar que inició Bono. Había que dar cabida a los generales y almirantes "políticos" y vinculados al poder frente a los profesionales militares que no entran en juegos partidistas para ejercer su función.

Alonso ha sido sin duda firme en sus compromisos, pero no con Defensa sino con Zapatero. Se entregó en cuerpo y alma al pacifismo buenista del presidente del Gobierno, tergiversando el concepto de misión de paz, de misión humanitaria y de cooperación civil-militar para esconder las acciones militares. Contribuyó al esperpéntico proceso de desnaturalización de las Fuerzas Armadas sacando adelante el gran proyecto de Zapatero: la Unidad Militar de Emergencia (UME). Ante el estupor de las maltratadas Fuerzas Armadas españolas, la cúpula militar no se plantó ante tal brutalidad, dejando una vez más huérfanas las conocidas necesidades del cuerpo militar. La pérdida de expectativas profesionales, la desmotivación, la ralentización de los ascensos, y la degradación de la enseñanza militar son sólo algunas de las consecuencias de la reciente Ley de Carrera Militar, una de las últimas fechorías del tándem Zapatero-Alonso.

Tampoco fue capaz el ministro de garantizar con firmeza la seguridad de los españoles y nuestros efectivos fuera de nuestras fronteras. Alonso se ha recreado una y otra vez en recordar los buenos orígenes de la ISAF (Fuerza Internacional de Ayuda a la Seguridad en Afganistán), que se asentaron en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, arrinconando burdamente el hecho de que la OTAN asumió la responsabilidad de la coordinación estratégica en el verano de 2003. Ha reforzado las restricciones a la libertad de actuación en los despliegues en el exterior de nuestros efectivos y ha dejado a la improvisación la compra urgente de material militar necesario para la seguridad de las tropas españolas. Ha osado enviar a un numeroso contingente al Líbano bajo el paraguas roto de la ONU y de una débil resolución que agrava la peligrosidad de la misión, y luego se ha desentiendo de él. Por último, el ministro quiso colgarse una medalla como embajador humanitario antes de dejar la cartera de Defensa, anunciando el envío de dos helicópteros a Chad, pero tuvo que ponerle freno a su imprudente ataque de euforia.

Ya como ministro de Defensa en funciones cerró su gestión sorprendiéndonos con una reunión de la Diputación Permanente para pedir autorización para el envío 36 nuevos efectivos en el marco de la ISAF, cuando estas tropas se encuentran ya en el país al que han sido destinadas. Un ejemplo más de que el amigo de Zapatero no ha sido brillante, sino más bien todo lo contrario, aunque gracias a su carácter afable parece que hay que perdonarle todo.

Ahora se reunirán en el Congreso los dos ex ministros de Defensa. Mientras, el proyecto socialista de Defensa sigue siendo un completo misterio, aunque se intuye un futuro oscuro.

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