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Guantánamo en el punto de mira

El resentimiento árabe contra Estados Unidos y Occidente en general viene de atrás y tiene más que ver con lo que somos que con lo que hacemos

Voces aconsejan que Guantánamo se cierre. Un vendaval, más que voces.
La reciente campaña comenzó con una pequeña pero errónea información del semanario Newsweek que hablaba de Coranes lanzados retrete abajo. Luego una alta responsable de Amnistía internacional dijo que la prisión para terroristas era el gulag de nuestro tiempo y más recientemente un senador demócrata lo comparó con los campos de concentración de Hitler. A decir verdad, las alusiones al nazismo han menudeado más que las referentes al comunismo, puesto que las decenas de millones de víctimas de éste siempre adolecen de un cierta ligereza frente al peso de los seis millones de asesinados en el holocausto. Sea cual sea el símil, el desprecio a la historia es de la misma envergadura que la calumnia contra gobernantes democráticos que tratan con coraje de cumplir el mandato de defender a sus conciudadanos de una sucesión de onces de septiembre o algo de mucha mayor entidad el día en que los fanáticos se hagan con armas de destrucción masiva.
 
Los que piden el cierre se preocupan por el negativo impacto que la fama de esa prisión tiene en la efectividad de la lucha contra el terrorismo y en la mala imagen de los Estados Unidos en el mundo. Se nos dice que la fama de Guantánamo, como en su momento la de Abu Ghraib, actúa como eficaz propaganda para el reclutamiento de suicidas yihadistas y imposibilita, por sus hipócritas contradicciones, la política de democratización del Oriente Medio. Eso lo dicen los que denuncian esa política como insensata precisamente por irrealizable. De la misma manera se escandalizan de las ofensas al Corán, esencialmente imaginarias, los que defienden el derecho de Salman Rushdie o del asesinado cineasta holandés a blasfemar contra la fe islámica. O los que se burlan de la intransigencia de los que se ofenden por la bufonada de dos políticos españoles en el Santo Sepulcro.
 
Pero nadie ha podido demostrar que los mártires asesinos que acuden incesantemente a sembrar la muerte entre los iraquíes y las tropas que los liberaron, lo hagan movidos por las noticias de Guantánamo, falsas en su inmensa mayoría y propagadas por los que estarían dispuestos a dejar al desgraciado país en las ensangrentadas manos de aquellos. La espuria noticia sobre la profanación del Corán provocó altercados con muertos en el lejano país de los talibán, no en el Oriente Medio árabe.
 
El resentimiento árabe contra Estados Unidos y Occidente en general viene de atrás y tiene más que ver con lo que somos que con lo que hacemos. Todo indica que admiran la fuerza y desprecian la debilidad. Según sus propias palabras, fue la retirada de losmarines, con el rabo entre piernas, del Líbano en el 84 y de Somalia diez años después, lo que constituyó una de las fuentes de inspiración de Ben Laden. El fracaso de la Unión Soviética en Afganistán le hizo creer que el otro Gran Satán era pan comido. Otra retirada del Líbano, la de los israelíes en el 2000 fue también interpretada como prueba de debilidad y alentó a Yaser Arafat a lanzar la segunda intifada. Cerrar ahora Guantánamo sería una inyección de ánimo para los yihadistas.

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