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GEES

Un guerrero para los hispánicos

Lamenta Obama el hecho de que en muchos paí­ses "haya hoy dí­a una profunda ambivalencia respecto a la acción militar, sea cual sea su causa". Más claro, agua. ¿En quiénes podí­a estar pensando?

En el principio de los tiempos, Zapatero se puso estupendo, estupendamente grotesco, y parafraseando a Kennedy, seguro que sin saberlo, profirió aquello de que "no nos preguntemos qué puede hacer Obama por nosotros sino nosotros por Obama". Pues bien Obama, también sin saberlo, ha hecho mucho por nosotros, al menos por algunos, aunque a nuestro lí­der le haya hecho el cisco. En su aceptación del Nobel, para el que no habí­a acumulado más méritos que inundarnos de palabrerí­a pacifera, el presidente Americano ha ido tan lejos como el que más en su defensa de la necesidad de la guerra como último recurso, al que su paí­s y otras democracias se han visto y se ven abocados con desgraciada pero indispensable frecuencia en el peligroso mundo en el que vivimos desde hace más de un siglo y seguimos viviendo.

Podrí­a dar lugar a alguna mala digestión tragarse el regodeo de restregarle por las narices tan suculentas palabras a Zapatinos, exponentes de la curiosa amalgama de cinismo y papanatismo que nos gobierna. Podrí­a generosamente asumirse si no fuera más que eso, pero la cosa va mucho más allá, y está en juego toda una aberrante filosofí­a polí­tica y una nociva forma de llevar nuestros asuntos externos.

Obama está en el difí­cil ejercicio de desplazarse hacia el centro sin que su izquierda lo abandone. Tiene que recuperar a los independientes que están desertando en tropel de su polí­tica y su persona, y necesita desesperadamente mantener el apoyo de la derecha, a la que tanto menosprecia, para la empresa afgana. Este es el juego de malabarismo que está detrás de su reciente cambio de retórica, ya manifiesto en su pronunciamiento en West Point sobre la estrategia en Afganistán. Justo una semana después, en Oslo, va mucho más lejos en esa lí­nea: "El mal existe en el mundo", veinticinco años después de los satanizados "imperio del mal" de Reagan y siete después del "eje del mal" de Bush. ¡Qué alivio para los que siempre lo hemos sabido! "Me reservo el derecho de actuar unilateralmente si es necesario para defender a mi nación". ¡Oh! El luciferino unilateralismo está de vuelta. Excelente ocasión para recordar que no se inventó contra Bush, sino que ya se lanzaba contra la polí­tica de su predecesor Clinton. ¡Y ese descaro en defensa del patrimonio histórico recibido!: "Somos los herederos de la fortaleza y previsión de generaciones pasadas, y es un legado del que mi paí­s se siente con razón orgulloso". Lamenta luego el hecho de que en muchos paí­ses "haya hoy dí­a una profunda ambivalencia respecto a la acción militar, sea cual sea su causa. Y en ocasiones, a esto se une un reflejo de sospecha frente América, la única superpotencia militar del mundo". Más claro, agua. ¿En quiénes podí­a estar pensando?

"No ha sido simplemente las instituciones internacionales las que han traí­do estabilidad al mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial". ¿Dónde queda nuestra idolatrada ONU? Y hay mucho más. Como última muestra "La pura realidad es ésta: los Estados Unidos de América han ayudado a garantizar la seguridad internacional durante más de seis décadas, con la sangre de nuestros ciudadanos y la fuerza de nuestras armas". "Ayudado" es todaví­a una concesión a su izquierda. Un poco más y nos dice que Estados Unidos han sido el pilar esencia de esa seguridad, lo cual es obvio. ¡Vamos!, el policí­a internacional de tantas pesadillas gochistas.

Quién te ha visto y quién te ve. ¿Te enteras, Zapatero?

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