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Hillary lo ha dicho

El ardiente clavo al que todavía el martes pasado seguía aferrada es que a Obama podía sucederle algo durante el largo verano de duros enfrentamientos con McCain. Al afroamericano aún le quedan inquietantes esqueletos en sus armarios.

Por fin lo ha dicho. Leyendo atentamente su discurso a través de la lente del enorme recelo del que se ha hecho acreedora, hay que concluir que no ha dejado resquicio a la ambigüedad y que su apoyo a la candidatura de Obama carece de restricciones. O casi.

Tras una interminable retahíla de agradecimientos a sus votantes, casi uno por uno a los 18 millones que reivindica como record histórico absoluto, por fin llegaron las palabras: "La forma de continuar nuestra lucha ahora es tomar nuestra energía, nuestra pasión, nuestra fuerza y hacer todo lo que podamos para ayudar a elegir a Barack Obama. Hoy, cuando suspendo mi campaña, lo felicito por la victoria que ha ganado y lo respaldo y le doy mi pleno apoyo."

"Suspendo mi campaña", casi un susto para un suspicaz profundo. Suspender suena a poco, casi a provisional. Sin embargo sigue a lo largo del discurso desgranando un bueno número de alabanzas hacia él y "os pido a todos que os unáis a mi trabajando por Barack Obama tan duro como lo habéis hecho por mí". Puede que resulte enfermizo o que sólo sea prudente realismo señalar que no pide expresamente a sus compromisarios que lo voten a él en la Convención, pues podrían, según las reglas, al menos en la primera votación, si es que es la única y definitiva, seguir votándola, aunque se hubiera retirado, expresión que en ningún momento usa y hubiera sido mucho más rotunda que "suspendo mi campaña". Nominalmente no se retira ni expresamente regala sus delegados, aunque sí le da todo su apoyo sin restricciones, aún recordándole a Obama cuáles son los puntos prioritarios de su lucha, a modo de muy velada condición de ese apoyo al que explícitamente no pone ningún requisito.

Sea o no por completo inocente y tenga o no alguna trascendencia la frase o palabra que falta, lo que no puede dejar de ser significativo es que en los cuatro días que transcurrieron desde que el martes por la noche Obama alcanzó la mitad más uno de los delegados, según una contabilidad que Clinton no había renunciado a recusar, no se ha producido a favor de Obama la avalancha de compromisos de superdelegados todavía sin decantarse. Este no-suceso ha sido uno de los grandes hechos políticos de esta densa semana, estrechamente unido a las intensas negociaciones entre los dos bandos, incluidas las directas entre ambos aspirantes, llevadas a cabo secretamente, pero no tanto como para que se desconociese su existencia. De su contenido sólo conocemos un negativo: Obama no le ha ofrecido la vicepresidencia que probablemente ella tampoco le habrá pedido.

La gran incógnita es el botín con el que pueda haberse hecho. El no ser humillada por una final deserción en masa de los casi doscientos recalcitrantes puede haber sido una parte del precio pero también del alternativo castigo. Pero si no acabamos de abandonar los sutiles filamentos de nuestros recelos, preguntémonos qué harán ahora. ¿Se declararán finalmente por el único pretendiente oficial o seguirán mudos hasta la Convención? ¿Y los que se manifestaron públicamente por Hillary? Pequeñeces que hay que suponer que se despejen de inmediato porque si no, se convertirían en intrigantes incógnitas.

¿Qué habrá obtenido la senadora en sus tratos con su rival? El discurso no deja la más mínima ambigüedad sobre la continuación de su carrera política. Su abandono en la competición interna significa ciertamente un triunfo del partido sobre su férrea voluntad. El premio tiene que incluir la preservación de posiciones para su casa y los fieles que le han seguido, en las estructuras partidarias y en el reparto de poder.

El ardiente clavo al que todavía el martes pasado seguía aferrada es que a Obama podía sucederle algo durante el largo verano de duros enfrentamientos con McCain. Al afroamericano aún le quedan inquietantes esqueletos en sus armarios. Y ella pretendía estar disponible en todo momento por si el partido la necesitaba. ¿Verdaderamente ha clausurado esa posibilidad?

Dejemos volar la imaginación. ¿Y si su ejército de mujeres, independientemente de cuál sea su verdadera intención en noviembre, contesta las encuestas durante todo el verano diciendo que van a votar al republicano y lo mismo hace un sector de blancos trabajadores y rurales de la gran región apalachina, y con ello le dan persistentemente una ventaja de 7 u 8 puntos a McCain? ¿Qué sucedería entonces? Pura ficción, desde luego, pero a veces la realidad desborda a la imaginación. No nos cerremos a la sorpresa. "El largo adiós", plagiado a mansalva en tantos títulos de comentarios norteamericanos al discurso, supongamos, final, podría no haber concluido.

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