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Hurgar en la herida

Lo que caracteriza la crisis del Sahara es que Marruecos ha elegido como enemigo no al Gobierno español, sino a los enemigos internos del Gobierno español, partidos políticos y medios de comunicación.

Es ley de hierro de las relaciones internacionales: una nación enferma, debilitada y con problemas internos es presa fácil de rivales y enemigos. También de aliados, pero éstos, por su propia condición, hacen poco daño o procuran que sea el justo. En el caso de España, dos son los problemas que la corroen. En primer lugar, la crisis institucional, el progresivo mal funcionamiento o parálisis institucional que se debe y es causa al mismo tiempo de la debilidad económica española. El Gobierno se muestra incapaz de solucionar cualquiera de los problemas institucionales a los que se enfrenta, y no es difícil observar que la crisis afecta también a la Monarquía, dando una imagen de España cara al exterior de parálisis, descomposición y desorientación. 

En segundo lugar, España se caracteriza por la ruptura progresiva desde 2004 de todos los consensos nacionales, especialmente los que afectan a las instituciones básicas como la política exterior y la lucha antiterrorista. España está dando una imagen de desunión que nunca en las últimas décadas había dado. Nuestros vecinos, aliados o rivales, son perfectamente conscientes de la situación de creciente crispación interior de que da muestra España, y del hecho de que el Gobierno está más centrado en crear tensión dentro que en cualquier asunto exterior.

Ambos problemas, el de la incapacidad institucional y el de la ruptura de la unidad nacional, muestran al exterior un país débil y con una voluntad enferma y quebradiza. Lo cual tiene una enorme trascendencia: la mejor forma de forzar a un país a adoptar decisiones y posiciones en política exteriores ahondando en las divisiones internas, debilitando los consensos y agudizando rivalidades intestinas. Es lo que está ocurriendo con España y su relación con Marruecos y con el Sahara. El régimen alauita es lo más parecido a un "Estado gamberro" que hay a nuestro alrededor: genera inestabilidad y vulnera derechos humanos básicos de saharauis, pero también de los propios marroquíes. Como dictadura enfrentada a una democracia, aprovecha las debilidades de ésta para presionar; como régimen despótico, utiliza el terror para controlar a los saharauis. Lo primero lo hemos podido ver en el caso de Ceuta y Melilla, y lo segundo en los sucesos de El Aaiún. Es el país desestabilizador por excelencia de la zona. En relación con España, que para el imperialismo alauita debe permanecer sujeta férreamente e incapacitada, los marroquíes ponen su granito de arena en la política interior nacional.

En primer lugar, los marroquíes están salvaguardando de las críticasy justifican al Gobierno español, que estaría atosigado por la supuesta presión que ejercerían sobre él partes importantes de la opinión pública, que serían las verdaderas culpables del enfrentamiento diplomático. La crisis con Marruecos se caracteriza porque éste no dirige sus críticas al Gobierno español, sino a sus rivales internos.  Contra quien lanzan su campaña los marroquíes –en segundo lugar– es contra la oposición al Gobierno, pese a que no tiene ninguna responsabilidadd en él; lo hacen alertando sobre la extrema derecha, en la misma línea que el propio Partido Socialista lo hace en los mítines, situando una nítida división entre el Gobierno y los populares en el que sólo éstos están frente a Marruecos. En tercer lugar, los marroquíes centran también sus ataques a la prensa española, a la que por libre no comprenden, pero de la que intuyen –con razón– que quita margen de actuación a la posición promarroquí –o prochavista– de Zapatero. La prensa contra la que el Gobierno y los socialistas llevan cargando tiempo acusándola de crispar la vida política.

Lo que caracteriza la crisis del Sahara es que Marruecos ha elegido como enemigo no al Gobierno español, sino a los enemigos internos del Gobierno español, partidos políticos y medios de comunicación. Su actitud hacia éstos contrasta con su apoyo al Ejecutivo de Zapatero, y la agresividad de éste hacia éstos contrasta con su comprensión hacia el régimen de Mohamed VI. Entre uno y otro, la vida política española se va encanallando, y su diplomacia paralizando cada día. Como en 1975, Marruecos aprovecha nuestras debilidades institucionales, y además empuja a la división. Simplemente está hurgando en la herida nacional, ahondando en la división interna y debilitando nuestra acción exterior.

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