Menú
GEES

Irak es la clave

Contribuir a vencer a los terroristas islámicos en Irak –los mismos que acabaron con 192 vidas en 11-M en Madrid– y al establecimiento de un gobierno democrático en Bagdad es también contribuir a nuestra propia seguridad

Irak es hoy un elemento central en la guerra contra el terror. Al Qaeda así lo ha elegido y no gratuitamente. Sus objetivo es ahora doble: por un lado intensificar sus ataques de tal forma que la imagen que salga de Irak sea desoladora y alimente el derrotismo en la opinión pública americana. Porque lo que busca con ello es erosionar el discurso de George W. Bush cara a las elecciones presidenciales de noviembre. Cuanto más difícil se lo ponga en Irak, más voces críticas surgirán con su política en la zona y, sueña Bin Laden, más votos irán a parar a las arcas electorales del candidato demócrata de John F. Kerry.
 
Por otro, obstaculizar cuanto pueda el proceso de normalización política iraquí en los meses que quedan hasta la apertura del proceso electoral y constituyente. Siguiendo las recomendaciones de su lugarteniente en la zona, Al Zarqawi, si hay elecciones y un gobierno iraquí plenamente legitimado, la presencia de terroristas de la Jihad extranjeros en suelo iraquí están contados.
 
Al Qaeda no puede permitirse que florezca una sistema libre y democrático en un país del Oriente Medio. Porque si de verdad se estableciera una democracia en un país musulmán y árabe su estrategia de acabar con los regímenes autocráticos de la zona para convertirlos en repúblicas islámicas de corte integrista se le habría venido abajo. Bin Laden necesita la corrupción de las familias reales, la tiranía y los déspotas de la región, no un foco de libertad, para poder hacer llegar su voz y su mensaje. Necesita contrarreformas, no una revolución liberal y democrática que acabe con la opresión, la desigualdad y la frustración. Necesita la pobreza y el sufrimiento para culpar y condenar a los occidentales. Por eso gentes como Al Zarqawi y otros, llegados de diversas partes del mundo musulmán, pero aleccionados en las madrazas de Pakistán y entrenados en los campos afganos, buscan por todos los medios a su alcance impedir la reconstrucción política y económica del Irak post-Saddam.
 
Por eso es tan importante, incluso vital, que los terroristas no se salgan con la suya en Irak, porque sería el primer peldaño de una escalera al infierno. Y para conseguirlo, el mundo democrático necesita dos cosas: una aplastante victoria militar sobre los insurgentes, guerrilleros y terroristas en Irak; y un compromiso político para el establecimiento de un gobierno plenamente soberano, libre y democrático en Irak.
 
Contribuir a vencer a los terroristas islámicos en Irak –los mismos que acabaron con 192 vidas en 11-M en Madrid– y al establecimiento de un gobierno democrático en Bagdad es también contribuir a nuestra propia seguridad. Porque el odio que se origina allí, como dramáticamente sabemos, también erupciona aquí.
 
Guste o no, el Oriente Medio se ha convertido en un caldo de cultivo pútrido del terrorismo global y la esperanza –equivocada– que se tuvo un día de que las dictaduras de la zona, religiosas o seculares, podrían contenerlo ya no se sostiene. De ahí la necesidad de introducir cambios profundos en la región, tanto en la forma de conducir los asuntos políticos, como los económicos y sociales. La libertad es la única esperanza para un mundo hundido sobre sí mismo y sin ninguna capacidad de ilusión. De hecho, la caída de Sadam ya ha comenzado a dar parte de sus frutos: no sólo se ha desvelado toda una trama mundial de tráfico de armas y componentes de sistemas de destrucción masiva, sino que líderes como Gadaffi han dado marcha atrás en su desafío al mundo e, incluso, la Liga Árabe toma nota de la necesidad de apertura en sus sociedades.
 
Pero el futuro de Irak está todavía amenazado y por hacer. Los atentados de Al Qaeda de estos días lo dejan bien claro. Ese futuro se está librando violentamente en sus carreteras y calles. Durante décadas, las fuerzas de la OTAN estuvieron desplegadas en la línea divisoria entre las dos Alemanias, en lo que se llamaba entonces el Frente Central, como manifestación de su solidaridad colectiva en defensa de los valores democráticos. Pues bien, Irak es hoy el nuevo Frente Central en el que medirse contra el terror, porque eso es lo que ha elegido Al Qaeda. Abandonarlo, como ha ordenado y pedido el actual gobierno socialista, no debe ser motivo de orgullo sino de preocupación. La política de Zapatero está contribuyendo a que los terroristas sean más fuertes. Y nadie con responsabilidad debería olvidar que Bin Laden y sus secuaces se crecen ante los débiles.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

Temas

En Internacional

    0
    comentarios