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Isotopocracia en la ONU

La isotopocracia iraní se ha plantado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y se ha mostrado tal cual es: agresiva, orgullosa y perseverante. Y Occidente se ha mostrado también tal cual es: timorato, dubitativo e insustancial.

Nos hemos acostumbrado desde hace tiempo a que las Naciones Unidas sean utilizadas por lo peorcito de la especie humana para hacer propaganda y justificar crímenes, deportaciones, terrorismo y represión. Todo ello desde el espectáculo y la teatralidad propia de quien se aprovecha del escenario. En su tribuna esgrimió su zapato en 1960 el dirigente del Imperio del Mal, Nikita Kruschev. Por la tribuna pasó Yaser Arafat en 1974 con la pistola cargada al cinto, para culpar a la comunidad internacional de sus propios crímenes ("Traigo en una mano la rama verde del olivo y en la otra un fusil, no permitan que deje caer el olivo"). Y más recientemente, ha sido el petrotirano Hugo Chávez el que ha utilizado la organización para hacer proselitismo de su tragicómica revolución bolivariana.

La historia se ha vuelto a repetir, una vez más de la mano de la isotopocracia iraní. La imagen de Ahmadineyad amenazando a sus vecinos y sacando pecho ante la comunidad internacional muestra ante todo dos cosas. La primera de ellas es una cuestión que desde GEES seguimos de cerca: que Iran quiere la bomba, que está en camino de conseguirla y que cuando la tenga el panorama estratégico en Oriente Medio y con él en todo el mundo habrá cambiado a peor. El peligro de una guerra nuclear es mayor cada día, conforme el régimen de los ayatolahs se acerca cada vez más al punto de no retorno. Una vez pasado éste, será demasiado tarde, y el régimen iraní tendrá el instrumento para desestabilizar la zona, aniquilar Israel o amenazar nuclearmente las ciudades occidentales.

La segunda cuestión que se pone de manifiesto de manera dramática es la mansedumbre con la que la "comunidad internacional" admite las fanfarronadas de los matones de turno. La ONU se ha convertido en el foro donde las dictaduras más repugnantes y totalitarias se permiten el lujo de dar lecciones y amenazar a las naciones libres, y donde las naciones democráticas se han acostumbrado a asistir cada cierto tiempo en silencio a discursos plagados de amenazas hacia ellas y desprecio hacia los derechos humanos más fundamentales. Sólo Bush ha recordado el peligro que Irán o Corea suponen para la estabilidad internacional.

Con claridad y rotundidad, Ahmadineyad ha vuelto a reivindicar su régimen nuclear y a amenazar a Israel y Estados Unidos. También ha aprovechado para recordarles a los europeos que es mejor que abandonen a su suerte al pequeño país mediterráneo. Que semejantes lindezas puedan decirse desde la tribuna de la Asamblea General sin provocar un escándalo político, mediático y diplomático muestra hasta qué punto Occidente está renunciando a defenderse de sus enemigos, incluso de los que le amenazan directamente con atomizarlo. Como de costumbre, el problema no es sólo Irán, es una comunidad internacional que se muestra incapaz de hacer frente al régimen de loa ayatolás y comprender el alcance de su amenaza.

Por lo menos no diremos que no nos lo avisan. La isotopocracia iraní ha vuelto a Estados Unidos, se ha plantado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y se ha mostrado tal cual es: agresiva, orgullosa y perseverante. Y Occidente se ha mostrado también tal cual es: timorato, dubitativo e insustancial. Al menos las cosas están cada vez más claras. Para mal, claro.

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