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La actual estrategia de Al-Qaeda

Se ha aceptado comúnmente que el último objetivo del terrorismo es provocar precisamente eso, terror. Pero no siempre es así. Al Qaeda ha asestado golpes eminentemente simbólicos, como los camiones bombas contra legaciones estadounidenses o el intento de hundir el USS Cole en aguas de Omán. El mismo 11-S no deja de tener una fuerte componente de representación más allá del daño y la destrucción conseguida. Sin embargo, Al Qaeda podría estar mutando sustancialmente en sus objetivos y, en consecuencia, tácticas a emplear.
 
Por un lado, es innegable que con el 11-M en Madrid, los terroristas buscaban influir en el proceso electoral español y en nuestra política exterior y de seguridad, particularmente en relación a Irak. En Irak, los atentados dirigidos por Al Zarqawi buscan, sobre todo, complicar el desarrollo de la estrategia de la administración americana para una rápida transferencia de soberanía a los propios iraquíes. También dificultar los costosos esfuerzos para la reconstrucción económica. De ahí el asesinato selectivo que está teniendo lugar de líderes llamados a jugar un importante papel en la transición iraquí y los ataques contra la industria petrolera, la que puede generar más rápidamente fondos con los que aliviar la penuria de los iraquíes. Su objetivo es hacer de Irak un país inmanejable de aquí a las elecciones de noviembre.
 
Los ataques a las instalaciones petrolíferas de Arabia Saudí en Jobar son una prueba más de los intentos de Al Qaeda para influir en la campaña presidencial americana. Los terroristas saben que una mala coyuntura económica restará apoyos a George W. Bush para su reelección y habida cuenta que no pueden controlar el dinamismo y el crecimiento de la economía americana, son conscientes de que sí pueden lograr un impacto indirecto en la misma a través del alza del precio del crudo. Introducir elementos de incertidumbre en el único miembro de la OPEP que cree que sería mejor producir más barriles diarios y apostar por una rebaja del precio del barril es aspirar a minar el buen resultado económico del presidente americano en el sector energético, de gran sensibilidad para los consumidores estadounidenses.
 
Lo que vuelve a poner de relieve Al Qaeda con estos últimos ataques es que conoce muy bien las vulnerabilidades de nuestras sociedades y que, además, sabe cómo jugar con ellas para obtener el impacto político que desea. Y lo que desea Ben Laden es acabar con George W. Bush sin lugar a dudas. Suficiente como para que la gente de bien en Europa se pregunte cómo es posible que sus líderes también deseen lo mismo.

 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos

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