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La batalla de Bagdad

Tres meses después de haber declarado formalmente que la guerra contra Saddam quedaba concluida, las pautas de la resistencia armada de los fieles a Sadam dejan pocas dudas de que hay una guerra tras la guerra. De alguna forma, Sadam y sus tropas se prepararon para presentar un frente guerrillero, escondiendo armas y munición y dispersando células de resistentes antes del arranque de la Operación Libertad Iraquí. El pentágono ya reconoció hace semanas la existencia de una guerrilla organizada, pero a medida que pasan los días, el panorama parece complicarse.

Para empezar, hay una potencial confluencia de distintos y posiblemente rivales grupos armados: mientras que en el centro del país los atentados terroristas pueden atribuirse casi con toda seguridad a grupos afines al régimen de Sadam y siguen una cierta estrategia coherente, en el sur convive un evidente bandidaje con grupos religiosos extremistas, incluso con voluntarios llegados desde Arabia Saudí en un número importante, según diversas fuentes de la inteligencia americana.

Por otro lado, los seguidores de Sadam estarán pasando en la actualidad de una estrategia de causar el mayor número de ataques a soldados americanos, a fin de crear una imagen de sangría permanente entre las tropas, a atentar contra las infraestructuras básicas para el rebrote económico y las necesidades de la población, en un intento de abrir una brecha insalvable entre la población y las fuerzas de la coalición. Al fin y al cabo parte de la motivación de las revueltas en el Sur.

La captura de Sadam, vivo o muerto, asestaría un golpe mortal a quienes se configuran como el principal foco de la guerrilla y que se mueven en los alrededores de Bagdad. Pero mientras ese momento llega, es necesario cambiar las tácticas y los despliegues de las tropas aliadas para poder combatir con mayor eficacia a los diversos grupos armados. Eso implica una mayor dedicación a las relaciones cívico-militares tanto como una caza de los guerrilleros conducida más selectivamente. De igual forma, hay que permitir operaciones rápidas y para eso nada mejor que la utilización de helicópteros. Además, no se puede descuidar la mejora de las medidas de autoprotección. El Gobierno español no se decidió al envío de guardias civiles a Irak, los mejores preparados y entrenados para este tipo de medidas. Tal vez debiera reconsiderar próximamente dicha decisión.

GEES: Grupo de Estudios Estratégicos


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