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GEES

La gran esperanza demócrata

Lo que no harán será recurrir al único poder que les confiere la Constitución en estas circunstancias, el de recortar los fondos destinados a la prosecución de la guerra, porque los dejaría como responsables de todo lo que viniera detrás

Si Irak les puede poner las presidenciales en bandeja a los demócratas, ¿no podría ser también su ruina? Eso deben ellos pensar, porque la camisa no les llega al cuerpo con algunas de las noticias de naturaleza militar que desde allí les llegan. Dos analistas de prestigio, Pollak y O’Hanlon, críticos de la gestión bélica de Bush, han vuelto de una visita con el mensaje de que el surge marcha y las tornas pueden estar cambiando. Y el empecinado antibushista New York Times se lo ha publicado, no se sabe si como alarde de espíritu liberal o para irse guareciendo las espaldas.

La respuesta de los líderes del partido ha sido intentar algunas zancadillas parlamentarias de última hora, tan patéticamente fallidas como las de los últimos seis meses. La más reciente inocentada, una vez más fracasada, ha sido una resolución para darles más tiempo de descanso a los soldados entre un destino y otro en el frente. No es ya que se lo merezcan, realmente lo necesitan, pero las fuerzas terrestres americanas, tanto los marines como la infantería, están sometidas a tal presión que ya no pueden permitirse el mínimo lujo de quedarse un año en casa. La mayoría está nueve meses. Imponer esa regla es la enésima forma de cercenar el esfuerzo y labrar la derrota que le aseguraría la Casa Blanca al aspirante que consiga el nombramiento de candidato, doña Hilaria en estos momentos y cada vez con mayor claridad.

Inasequibles al desaliento y con la mirada obsesivamente fija en el primer martes después del primer lunes de noviembre del 2008, ya han anunciado qué maravillas tienen que contar en septiembre el general Petraeus y el embajador en Bagdad para que ellos cejen en su infatigable empeño por forzar una retirada de tropas multiplicando trucos y triquiñuelas. Lo que no harán será recurrir al único poder que les confiere la Constitución en estas circunstancias, el de recortar los fondos destinados a la prosecución de la guerra, porque los pondría demasiado en evidencia como responsables de todo lo que viniera detrás, algo que quieren reservar en exclusiva para Bush. Bien es verdad que tampoco se ponen de acuerdo entre ellos sobre las modalidades de esa retirada por la que tanto suspiran y todas sus esperanzas dependen de que le entre el pánico a un número suficiente de congresistas republicanos para vencer la numantina porfía de la Casa Blanca.

La situación de seguridad puede seguir mejorando a lo largo del mes de agosto, lo que ya sería un dato prometedor, pero un vuelco no sólo no lo espera nadie de la noche a la mañana, sino que incluso los más entusiastas partidarios de la nueva estrategia hablan, sin precisar, de un número considerable de meses. Sin llegar ni mucho menos al vuelco, la próxima primavera debería registrar una mejora ya notable si se mide en número de bajas civiles, siempre objetivo primario de los terroristas, y de la coalición. Ya ahora la tendencia, con algunos altibajos, apunta claramente en esa dirección. Por tanto, el informe del militar y el diplomático no va a contener maravillas y el tira y aflojo está garantizado y es de suponer que se intensifique a medida que se acerquen las elecciones.

Con progresos tangibles pero sin milagros en el frente militar, el político se anuncia como un fracaso de momento. La administración Bush ya está reconociendo que los puntos de referencia que había marcado en ese terreno resultan utópicos. La reconciliación no ha progresado. Pero siempre la seguridad ha sido la clave de todo y hasta que ésta no alcance un punto de razonable no retorno no cabe esperar cambios positivos en los demás sectores de la vida pública. Todo se podrá andar si se sigue caminando.

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