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La obsesión legalista

A medida que pasan las horas y se desvanece la sorpresa de la captura de Sadam Husein, toma cuerpo la preocupación por sus garantías procesales, algo de lo que él no sabe nada y los europeos decimos saber demasiado. Se plantea quién es la autoridad legítima para juzgarlo, si la coalición, al amparo de la resolución 1511 de Naciones Unidas, por la que se reconoce el carácter ocupante de las tropas de la coalición, a tenor de su consideración de prisionero de guerra; si las emergentes autoridades iraquíes; o, alternativamente, un tribunal internacional especial. Pero esa no es la cuestión apropiada. A Sadam se le concederán todas las salvaguardas y presunciones requeridas, se le concederá un  juicio justo, público y transparente, pero tampoco esa es la cuestión. Lo que no se dice es que no debe haber ninguna prisa en juzgarlo.
 
Por dos razones. La primera, práctica. Antes de darle una plataforma pública tiene que cooperar con sus captores en la aclaración de todos los misterios que rodean su brutal ejercicio del poder. Por lo que se sabe, en sus primeras manifestaciones se ha mostrado desafiante y escurridizo, hablador pero sin contar nada de relevancia. La segunda, política. Sadam puede estar aspirando a servirse de un juicio público para lanzar sus alegatos y mantener a sus seguidores encandilados con su figura. Esa sería una lección que le habría soplado su íntimo amigo Slodoban Milosevic.  Correr ahora a enjuiciar al “carnicero de Bagdad” sería desde esta perspectiva un tremendo error.
 
La captura de Sadam, sea producto de la información obtenida sobre el terreno por  los propios norteamericanos, sea producto de una delación o de un chivatazo interesado, prueba que a las tropas de la coalición les ha llevado siete meses, pero que comienzan a tener una red de inteligencia operativa que empieza a dar sus frutos. El futuro de Irak todavía depende de que se logre infligir una derrota militar a los remanentes del régimen de Sadam, no en el rápido establecimiento de las garantías procesales para el mismo. Es la hora de seguir explotando la inteligencia, a ser posible gracias a las informaciones que se puedan derivar de los interrogatorios del propio Sadam. En las democracias, afortunadamente, no es sensato extraer informaciones a la fuerza o mediante la tortura. No es necesario si se dispone de tiempo. Y eso es lo que hay que darles a los captores de Sadam.
 
Pedir otra cosa ahora es hacerle un flaco favor a los iraquíes. Mientras Sadam no se muestre colaborador y manifieste un mínimo arrepentimiento por sus brutalidades, que lo que tenga que decir se lo diga a sus interrogadores y que su voz no salga de su celda.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.
 

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