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La retirada francesa

Hollande deberá fijar su compromiso con Afganistán más allá de 2014, tanto su apoyo político como financiero. Y también deberá determinar el dispositivo militar que pueda ser compatible con su decisión de retirar las fuerzas de combate.

Es difícil concluir si la Cumbre de la OTAN en Chicago ha sido un éxito o un fracaso. Ha habido un poco de todo, aunque ha sido la economía europea la que ha acaparado todos los micrófonos. Sin olvidar a Francia y a su esperado presidente. El compromiso electoral de François Hollande de retirar las tropas francesas de Afganistán antes de que acabe el 2012 sin duda iba a acaparar parte de la atención. Al final no ha sido para tanto.

Hollande reafirmó en Chicago la retirada de las fuerzas de combate francesas. Pero eso no era lo que más les preocupaba a los norteamericanos, sino su posible efecto dominó. Y tras la Cumbre, no parece que vaya a ser así ya que el resto de aliados y socios comprometidos en Afganistán han apoyado una vez más el argumento de "entrar juntos y salir juntos".

No es la primera vez que un país de la coalición internacional decide retirarse de la misión. Países Bajos lo hizo en 2010, los canadienses en 2011. Y australianos y neozelandeses han anunciado que retirarán sus efectivos un año antes, en 2013. Pero no hay que olvidar que quien empezó todo esto fue Obama cuando, a finales de 2009, empezó a hablar de fechas de salida y de planes de retirada que finalmente arrancarían en verano del año pasado. Inmediatamente después, Nicolás Sarkozy anunció la retirada de 1.000 tropas francesas y en enero de 2012, tras la muerte de cuatro soldados a manos de un militar afgano, decidió acelerar la retirada a finales de 2013.

El repliegue de Francia no ha sido, por tanto, una sorpresa y sus efectos en el plano militar de la misión aliada no tienen porque ser trágicos. Al fin y al cabo se trata de 3.400 efectivos que constituyen el 2% del total de la ISAF. Los franceses ya transfirieron a las fuerzas afganas la seguridad del distrito de Surobi en abril de 2012, y ahora le llegará anticipadamente el turno a Kapisa. Las dificultades serán las asociadas a cualquier repliegue de hombres y equipos, generalmente largo y complejo, y que deberá realizarse evitando los ataques a los convoyes. Éstos se suelen multiplicar en verano, estación de la que muchos insurgentes y terroristas se aprovechan por disponer de las condiciones climatológicas más favorables para sus acciones.

Las principales incógnitas descansan en la capacidad de las fuerzas de seguridad afganas de hacerse con el control de la seguridad de Kapisa, pero sobre todo en los gestos de Francia para contrarrestar la idea de que no es país fiable, como le ocurrió a España en su momento. Hollande deberá fijar su compromiso con Afganistán más allá de 2014, tanto su apoyo político como financiero. Y también deberá determinar el dispositivo militar que pueda ser compatible con su decisión de retirar las fuerzas de combate, es decir el papel de instructores y de fuerzas especiales. Aún está en sus manos el verdadero impacto de la retirada.

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