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La súper-mini cumbre

ha quedado nueva y brutalmente patente en la ronda de contactos que el canciller alemán ha puesto en marcha, con urgencia, tras el No repetido al tratado constitucional. El presidente español no estaba en la lista de invitados

El gobierno socialista de Rodríguez Zapatero no tiene nada que decir y no sabe qué decir sobre Europa tras el rechazo popular franco-holandés al texto del Tratado Constitucional. Contra todo lo que se suele decir oficialmente, el actual gobierno español no tiene una política europea, salvo que por eso se entienda una apuesta ciega por una Europa federalista y por la continua cesión de los intereses nacionales españoles no a Bruselas, sino a nuestros socios comunitarios, especialmente Francia y Alemania.
 
Rodríguez Zapatero quería una foto que simbolizara su ruptura con la España atlántica de Aznar, la famosa “España de las Azores”. Y la tuvo. Chrirac y Schröder se acercaron a las escalinatas de La Moncloa para retratarse con el pipiolo gobernante español. El precio que Rodríguez Zapatero (y todos los españoles tras él) no fue baladí: renuncia a seguir estando entre los grandes a la hora de tomar decisiones en la UE, renuncia a los fondos y ayudas de Bruselas, renuncia a que la Constitución se firmara en Madrid, renuncia a una mayor ambición en el terreno industrial europeo, renuncia a Gibraltar...
 
Chirac y Schröder querían que al gobierno español como campo de pruebas para el referéndum sobre la constitución (aunque cegados por el discurso oficial no supieron sacar las lecciones apropiadas), así como quitarse de España de en medio como actor internacional. Una vez obtenido todo eso de forma gratuita, el eje franco-alemán no dejó de ser, precisamente eso, un eje a dos, y en el que la España de ZP no tenía más cabida que la que ellos quisieran darle. Más bien poca.
 
La ausencia de España no ya en el corazón de Europa –célebre frase electoral de Rodríguez Zapatero– sino en Europa en general ha quedado nueva y brutalmente patente en la ronda de contactos que el canciller alemán ha puesto en marcha, con urgencia, tras el No repetido al tratado constitucional. El presidente español no estaba en la lista de invitados, ni se esperaba que estuviera. ¿Para qué? Los estrategas de La Moncloa han querido paliar esta patente soledad de su líder convocando ellos, a su vez, otra supercumbre, sólo que su poder de convocatoria les limita a contar únicamente con los españoles que tiene a mano en la UE: Almunia, Borrell y Solana. Un trío ABS para que el gobierno no se estrelle en su continuo derrapar.
 
Almunia y Borrel están en lo mismo: hacer como si nada hubiera pasado y continuar con más ratificaciones. Como si eso obviara el No francés y holandés y los posibles noes que se empiezan a acumular en otros países. Solana, más hábil, ya va diciendo que su parcela no se debe ver afectada por el rechazo a la constitución, que la Agencia de Armamentos y las misiones intergubernamentales de paz bajo etiqueta UE son más que suficiente para seguir avanzando en una política de seguridad europea. Veremos quién convence a quién.
 
De momento el gobierno se ha quedado sin discurso porque su fe en Bruselas no le permitió encarar el escenario que ahora se está viviendo. Su actitud actual de negar lo evidente, que la constitución está más que muerta, lo coloca en un estado más cercano a los zombis que a los vivos. Mientras tanto, los demás, ya están sacando su particular tajada. Eso sí, ZP tiene a su trío con el que consolarse.

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