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Las dificultades de un clérigo radical

El incremento de las acciones de fuerza por parte de los seguidores del clérigo radical chiíta Moqtada al-Sadr y la evolución durante las últimas horas permite apuntar algunas consideraciones sobre la evolución política iraquí y su complejo proceso de reconstrucción.
 
A diferencia de lo que ocurre con las células de Al Qaeda o los comandos procedentes del baasismo, las milicias del Mehdi, nombre con el que se conoce a los seguidores de al-Sadr, carecen de la estrategia y de la capacidad operativa para mantener enfrentamientos con las fuerzas de la coalición. Los choques se saldan con cuantiosas bajas para los rebeldes, en contraste con las muy limitadas de los aliados. De ser ciertas, como cabe suponer, las declaraciones del teniente coronel Gary Johnston, de la 11 Fuerza Expedicionaria de la Infantería de Marina norteamericana, el número de muertos entre los milicianos del Mehdi como resultado de los últimos choques ascendería a trescientos, frente a dos norteamericanos. Esto nos ayuda a comprender la periódica búsqueda de altos el fuego, que permita a los radicales seguir existiendo en el mapa político iraquí, pero conteniendo la riada de bajas y evitando su destrucción.
 
No hay pruebas de que el gobierno iraní haya optado por un apoyo decidido por el Mehdi. Aunque parece evidente que han recibido ayudas de este país y que los vínculos de inteligencia se mantienen firmes, la preocupación fundamental de los ayatollahs iraníes es la estabilización de Iraq y el triunfo electoral de las formaciones políticas que representan a la comunidad chiíta.
 
Las últimas encuestas, a las que ya hemos hecho referencia en anteriores artículos, confirman las tendencias presentes en anteriores sondeos a favor del proceso de reconstrucción. Los iraquíes, y en concretos los chiítas, creen que el proceso puede completarse y que su vida mejorará cuando tengan un gobierno libremente elegido. Esta actitud coincide con la posición mantenida por la máxima autoridad religiosa, el gran ayatollah Ali al-Sistani. La opción mayoritaria por la moderación aísla a los radicales del Mehdi, que no consiguen levantar a las masas en contra de Estados Unidos y del Gobierno Provisional. La presencia de un chiíta a su frente es una garantía para un sector de la población que tiene muy presentes las atroces persecuciones que sufrió, a lo largo de los años, por parte de los árabe-sunitas.
 
La situación continúa siendo volátil y peligrosa. La constitución de la Asamblea Consultiva ha tenido que ser pospuesta, no tenemos información reciente sobre la evolución de los trabajos para recomponer el censo nacional y, sobre todo, para desarrollar un proceso electoral es necesario un clima de tranquilidad y seguridad que haga posible la constitución de partidos políticos, la convocatoria de actos públicos y, finalmente, el que la gente pueda acercarse a su colegio para depositar su voto. Hoy por hoy ése es un reto mayúsculo.
 
La llegada del gran ayatollah Ali al-Sistani a Londres para ser tratado de una dolencia cardiaca añade un elemento de incertidumbre. Su presencia en la ciudad santa de Nayaf supone en todo momento un referente de autoridad y moderación, frente a los radicales del Mehdi.
 

El incremento del número de muertos y heridos entre la población civil es una buena muestra del cariz que el proceso de reconstrucción está tomando. Cada vez es menos un problema con las fuerzas norteamericanas y más un conflicto interno árabe. En Iraq, como resultado de la Guerra, se ha establecido el frente principal en la lucha entre los programas de modernización y reacción del Islam.  Para los enemigos de Occidente es esencial impedir el éxito del proceso de reconstrucción, por lo que tenemos que esperar lo peor para los próximos meses.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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