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Las víctimas de la paz de Zapatero

No declararlo como atentado bloquea cualquier ayuda económica. Así, tras el atentado de Barañáin, las familias que regentaban el comercio no han recibido ninguna ayuda, por lo que a día de hoy están, literalmente, en la calle.

Con la solemnidad a la que el gobierno de Zapatero nos tiene acostumbrados, el ministro del Interior ha hecho público el tercer informe sobre el alto el fuego etarra. Como de costumbre, no aporta un solo dato concreto, o una sola muestra objetiva. Llama la atención que tales informes no sólo no informan, sino que repiten una y otra vez las consignas oficiales gubernamentales.

En relación con la negociación con ETA, un aspecto están callando el presidente del Gobierno y su ministro del Interior. Periodistas, policías y políticos del País Vasco están constatando que ETA y sus sucursales se encuentran en un momento de euforia contenida. En primer lugar, porque como consecuencia de la negociación en Cataluña con ERC, dan por conseguido el reconocimiento del derecho de autodeterminación para el País Vasco. Y en segundo lugar, porque la lógica del Pacto del Tinell ha sido ya extendida por Zapatero a Navarra, y ETA acaricia ya el objetivo eterno de la territorialidad. Objetivos que hace apenas dos años veía prácticamente perdidos, y hoy cree al alcance de la mano.

El denominado por el gobierno "proceso de paz" ha dado a ETA el oxígeno necesario para volver a dominar las calles. Tal dominio le es necesario, puesto que perder su reinado en ellas supuso el principio de su declive. El poder callejero es indispensable para ETA y Batasuna, y ambos saben que tienen las manos libres para utilizarlo. La estrategia etarra parece clara; afianzar y reforzar sus mecanismos de control político y social y proporcionar a Zapatero gestos con los que seguir anunciando la paz y presentar informes vacíos de contenido elaborados de espaldas a la realidad.

Frente a ésta, el gobierno de Zapatero está anunciando la paz mediante un mecanismo tan sencillo como falaz; la ha vaciado de contenido. Si hace dos años defendía la paz en Irak –es decir, el derecho de Sadam Husein a masacrar a su propio pueblo–, hoy defiende la existencia de un proceso de paz en España mientras los activistas callejeros de ETA queman y aterrorizan; Mendive o Gotzone Mora son los últimos atacados a los que Rubalcaba, Blanco y Zapatero hacen y exigen callar por el bien de la paz. Con ello, el Gobierno busca esconder la realidad.

Esconder y transformar la realidad sólo es posible tejiendo una tupida red de control informativo que va desde los delegados del Gobierno hasta los medios de comunicación afines. Todos ellos realizan su función en dos direcciones; en primer lugar sembrando dudas de que ETA esté detrás de los atentados, y apuntando a problemas "personales" de los afectados, con lo que, de entrada, los deslegitima. En segundo lugar, por el silenciamiento de los hechos. En este sentido, Zapatero y Rubalcaba parecen haber llegado aún más lejos; declarar "atentado" el ataque contra el concejal navarro de UPN sería difícilmente compatible con su insistencia en que ETA quiere la paz. Por eso se han negado a declarar atentado lo que hace unos años lo hubiese sido. Esta es la puñalada definitiva que el Gobierno asesta a las víctimas. Y es que no declararlo como atentado bloquea cualquier ayuda económica. Así, tras el atentado de Barañáin, las familias que regentaban el comercio no han recibido ninguna ayuda, por lo que a día de hoy están, literalmente, en la calle. Son las víctimas de la paz de Zapatero.

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