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Lo que es preciso hacer

El Gobierno americano parece haber llegado a una importante decisión: o forma y desarrolla una clara estrategia de victoria en Irak o la simple gestión del día a día se le puede volver en contra. Hay demasiada gente, dentro y fuera de Irak, que desea vehemente que Bush y Norteamérica fracasen allí. El propio presidente Bush comenzará esta misma noche la primera de una serie de intervenciones públicas donde la Administración republicana piensa elaborar y defender sus posiciones. Ya era tiempo, pues en las última semanas la política americana en Irak se movía entre la confusión y el retraimiento.
 
Efectivamente, desde finales de febrero, la actividad de los autodenominados rejectionists, esto es, los remanentes del régimen de Sadam, en paralelo a las milicias de Al Sader y a los terroristas vinculados a Al Qaeda, no ha dejado de hacerse más patente y, sobre todo, atrevida. La muerte y posterior brutal exhibición de los cadáveres de cuatro americanos en Faluya desató una reacción de las tropas estadounidenses que, sorprendentemente, nunca llegó a consumarse. Al contrario: tras cuatro semanas de cerco de la ciudad se quiso resolver la crisis con un general de las filas sunníes de Sadam, opción que no condujo a nada, más que a su destitución en menos de 48 horas, y, finalmente, al diálogo con los líderes de la ciudad para encontrar una salida pacífica. Cualquier cosa antes que causar un baño de sangre en la población iraquí.
 
La intención era loable, pero el resultado no ha podido ser peor. Aunque ya no se combate abiertamente en Faluya, tampoco se ha capturado a los autores de la matanza ni, aún peor, la ciudad ha dejado de servir de enclave para los terroristas. Nadie ha entregado sus armas a las tropas de la coalición. Es más, de esa actuación táctica de los americanos, la lectura que los insurgentes han sacado no puede ser más negativa: los EE UU no están dispuestos a todo por Irak. Y ese es un mensaje equivocado y peligroso.
 
El presidente Bush va a anunciar que un fracaso en Irak no entra en sus planes y que su compromiso con un Irak democrático no está en juego. Pero necesita algo más. Es necesaria una estrategia clara de victoria y esa estrategia debe construirse sobre victorias tácticas en el terreno. Ben Laden dijo en una ocasión que a cualquiera que se le preguntase elegiría el caballo fuerte sobre el débil. Ha llegado el momento de que los estados Unidos dejen de contemporizar con las facciones iraquíes, con los regímenes del Golfo, con los gobiernos de la Vieja Europa y con la opinión pública contraria a la intervención y hagan lo que tienen que hacer, una acción militar decisiva que acabe con los insurgentes. O que muestre a todos que ponen todos los medios militares a su alcance para lograrlo. Sólo así, con golpes estratégicos contra los terroristas, las milicias de Al Sader y los sunníes pro Sadam será posible hacer realidad el calendario de transferencia de soberanía al pueblo iraquí y, en su día, unas elecciones libres. Hoy eso no es posible más que sobre el papel por culpa de la inseguridad. Y sólo la fuerza de los americanos, debidamente aplicada, sin conmiseración, puede acabar con ella. Sólo desde la paz América podrá preocuparse de caer bien a unos y otros y hacer amigos en el país, en la región y en el resto del mundo. Desde la debilidad y el titubeo sólo encontrará falsas promesas y montones de enemigos.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos

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