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Lo que se va sabiendo

Quienes se lanzaron a la calle para acusar a Bush, Blair y Aznar de mentirosos, deberían comenzar a preocuparse. A medida que se analizan las toneladas de material incautado se va sabiendo que los mentirosos fueron ellos, no los que echaron a Sadam.

Durante tres años hemos estados escuchando decir a los críticos de la intervención en Irak y a quienes se oponían al derrocamiento de Sadam que la guerra fue producto de una sarta de mentiras: que no había armas de destrucción masiva en Irak; y que el régimen de Sadam no tenía conexión alguna con Al Qaeda. Pues bien, ahora que la administración americana se ha decidido a hacer público parte de la documentación incautada a los iraquíes, empiezan a saberse muchas más cosas. Y a tenor de lo que está saliendo a la luz pública, quienes acusaron de mentir a los gobiernos que apoyaron la intervención deberían empezar a dar ellos mismos explicaciones.

La conexión entre Sadam y Al Qaeda es bien patente. Ahora hay prueba documental de que diversos cuadros de Bin Laden estuvieron en diversas zonas de Irak, como el Kurdistán, donde ayudaron a formar a militantes de Al Ansar y donde utilizaron determinadas instalaciones para su propia formación y entrenamiento; se sabe que Al Zarqawi estuvo en reuniones con dirigentes baasistas en pleno Bagdad, como también hizo el cerebro del primer ataque contra las Torres Gemelas en 1993, Abdul Raman Yasin. A todos quienes han afirmado vehementemente que la colaboración entre un régimen secular, como el de Sadam, y los fundamentalistas islámicos era del todo imposible (incluido el anterior director del CNI, Jorge Dezcallar), deberán revisar sus postulados a tenor de los más de diez años de estrecha cooperación entre Al Qaeda y elementos del régimen iraquí de Sadam, tanto en Irak como fuera de ese país. Cooperación que se alargaba a suelo de Sudán y de Filipinas, entre otros lugares. Y eso que sólo es una mínima parte de la documentación la que hoy está accesible vía Internet.

En cuanto a las armas de destrucción masiva, los documentos que ahora se pueden ver no dejan lugar a dudas: muchos mandos militares iraquíes de verdad creían que disponían de ellas y que se encontraban plenamente operativas. No es una especulación, es su propia narrativa. Y además, por otra tanda de papeles, trascripciones de conversaciones telefónicas, queda patente la ambición de Sadam de hacerse con un arma nuclear "como sea". Todo eso no excusa los fallos de la inteligencia, pero los contextualiza. Antes de la invasión, todos, hasta los propios iraquíes, creían en la existencia de su arsenal.

Es una desgracia que los tiempos políticos no se vean acompañados del ritmo de trabajo de los historiadores. Pero quienes se lanzaron a la calle para acusar a Bush, Blair y Aznar de mentirosos, deberían comenzar a preocuparse. A medida que se analizan las toneladas de material incautado se va sabiendo, sin lugar a dudas, que los mentirosos fueron ellos, no los políticos que echaron a Sadam. La razón por la que nos quisieron engañar y confundir tendrán que acabar explicándolo tarde o temprano. Aunque nos hacemos una idea.

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