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Los quince días de oro de Obama

Como argumento decisivo para aprobar el estímulo –por de pronto estímulo del gasto– dice a los republicanos que no paren el programa y que dejen de escuchar en la radio a Rush Limbaugh (como quien dice, el Federico americano).

Hace apenas quince días que el cambio en el que se puede creer, sí podemos, habita la Casa Blanca. Desde entonces se han amontonado una serie de medidas, acontecimientos y circunstancias francamente singulares que sólo la penuria intelectual y moral de nuestros medios de comunicación al borde de la quiebra han dejado pasar desapercibidos.

  1. Aprovechando el primer fin de semana, además del "anuncio de la promesa del compromiso de la conveniencia de cerrar Guantánamo siempre que sea posible en función de lo que vaya a suceder de aquí a un año", y de consideraciones no muy claras acerca de los interrogatorios, el presidente americano restablece los fondos públicos para organizaciones que promuevan el aborto en el exterior. Eso sí, por cortesía no lo hace coincidir con el aniversario de Roe vs. Wade (la decisión judicial que permite el aborto en los Estados Unidos), sino al día siguiente. ¡Qué delicadeza!
  2. Satisfecho con lo anterior, el presidente se dirige con chaqueta y corbata –que no lleva en la Casa Blanca porque ha subido la calefacción para que puedan crecer las orquídeas– al Capitolio a instar a los legisladores a que actúen aprobando un plan de estímulo para la economía. El gran unificador, ante los comentarios de los republicanos de que la cosa cuesta mucha tela, advierte: "Yo gané". Y ante la protesta, insiste: "Mi mano es la ganadora". Muchas gracias en nombre de las generaciones que habrán de pagar la deuda.
  3. En el mismo acto, como argumento decisivo para aprobar el estímulo –por de pronto estímulo del gasto– dice a los republicanos que no paren el programa y que dejen de escuchar en la radio a Rush Limbaugh –como quien dice, el Federico americano pero con menos pelo y lecturas del Quijote– porque no es así como se hacen las cosas en Washington. ¡Toma argumento lógico y viva la libertad de expresión!
  4. Su candidato para ministro de Hacienda tiene, mire usted por donde, algún problemilla con hacienda, pero pasa el corte del Senado. Eso sí, los pagos pendientes que tienen en sus impuestos tanto la candidata a la oficina de la performance –sea lo que sea eso– como la persona que propone para el Ministerio de Asuntos "Humanos" y de Sanidad les obligan a renunciar. Eso se llama vista. En particular, en tiempos en que se está pidiendo un esfuerzo supremo de gasto público queda feo que los responsables públicos no corran con su parte de contribución. Es curioso pero a ver si va a resultar que los elegidos para puestos del Gabinete que están limpios de polvo y paja son, el que queda de Bush, el secretario de Defensa Gates y el nuevo ministro de Comercio que es republicano.
  5. El plan de estímulo, que viene del latín stimulare, significa trincar el dinero de las partes de la economía que todavía se mueven para entregarlo a los grupos de presión que apoyan al Partido Demócrata, por lo que ya empieza a suscitar dudas en la opinión pública. ¿Por qué? Porque además de unas pocas inversiones no necesariamente muy productivas en infraestructuras, es un maremágnum de transferencias de dinero público para todo tipo de programas: desde la promoción de los condones a la protección del acero americano. Lo primero lo ha defendido la portavoz de los demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi, que tiene gracia porque como ella ya ha cumplido con sus cinco hijos, pues vaya. Y lo segundo, pues no hay quien lo defienda porque no se compadece ni con los tratados internacionales firmados por los Estados Unidos, ni con aquella única medida que adoptaron en su fabulosísima reunión de otoño los G20: no al proteccionismo. ¡Si llegan a decir que sí! Total, que todo bien, vamos.
Bueno sí, una cosa. Estupendo éxito de las elecciones locales en Irak ante el silencio ominoso de todos, pero eso, ay, es la herencia de Bush.

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