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Magma islámico: 'no problem'

Gadafi, que iba perdiendo cuando se podían haber tomado medidas modestas y efectivas, ya está empatando. Mañana habrá ganado.

Obama es un político en estado puro. Y no lo decimos como un cumplido.

Sólo así se explica su comportamiento en los dos asuntos más graves del presente.Respecto a la crisis, Obama preguntó a Bernanke: ¿podemos salir de la crisis disparándole con dinero? Bernanke dijo sí. ¿Podemos obtener el dinero de deuda en lugar de impuestos? Bernanke dijo sí. Los intereses de la deuda los pagamos en dólares, ¿verdad? Bernanke dijo sí. Los dólares los fabricamos nosotros,¿verdad? Bernake dijo sí. Problema resuelto: imprímanse. Resultado: la inflación exportada por todo el mundo, y la economía americana artificialmente hinchada comenzando apenas a generar un poquito de empleo. Pero après moi, le déluge!

En el otro asunto, la crisis islámica, no preguntó, como otrora lo había hecho James Baker a George Bush padre respecto a Yugoslavia: "¿tenemos algún perro en esa lucha?", dando a entender que los intereses americanos no estaban implicados en la masacre balcánica. Obama se limitó a constatarlo, mientras solicitaba por la vía burocrática el aumento de la producción petrolífera saudí. Y, en palabras de Bugs Bunny: eso es todo, amigos.

Problema resuelto. ¿Y mañana? El que venga detrás que arree, que es la versión castiza del dicho antes citado de Luis XV.

La deuda heredada por Occidente puede ser descomunal. Más si se confirman los ominosos presagios acerca de la falta de voluntad alemana de imponer las reformas a los países del euro. Pero lo más importante, que es la garantía de paz consagrada hasta ahora bajo el nombre de Pax americana por quien la garantizaba, puede estar pasando a mejor vida.

Zalmay Khalilzad, un antiguo embajador americano en la ONU, Afganistán, e Irak decía hace poco que una guerra de todos contra todos en el islam no era descartable si se dejaba empeorar la situación. De momento, el velo ha vuelto a los edificios públicos de Túnez, las iglesias se queman aún más en Egipto, y a los coptos les están atizando. Los síntomas no son alentadores. La parálisis en cuanto a Libia no está ayudando a Occidente a hacerse respetar. Esto no sólo no apoya a los potencialmente más cercanos a nosotros, sino que refuerza a los hostiles.

Abundan las excusas para no aplicar una zona de interdicción aérea. La semana pasada la prensa dirigente decía que los rebeldes no querían ayuda. Qué raro que desde entonces no han cesado de llegar las peticiones. A pesar de ello se sigue repitiendo el mantra de que el mundo islámico no quiere que intervengamos. Oposición reciclada ya de la guerra de Irak, la primera. Memorandum: hay que mentir menos.

Sea como sea, el resultado es que Gadafi, que iba perdiendo cuando se podían haber tomado medidas modestas y efectivas, ya está empatando. Mañana habrá ganado. No hace falta ajusticiar a Gadafi como se hizo con Sadam. Pero tampoco hay que seguir el modelo Milosevic, que murió de su buena muerte antes de que la ONU le condenara, mientras disfrutaba de la brisa marina de La Haya.

El resultado de esta retirada estratégica de Obama–mala copia de la que tuvo que aplicar Nixon tras la Guerra de Vietnam–es evidente para cualquiera con ojos para ver. Reforzamiento de los enemigos de Occidente, renuncia a influenciar las revueltas del islam con el peligro de radicalización que conlleva, y abandono de personas afines que supone, e incremento de la violencia como mecanismo de resolución de controversias. Había que ahorrar energía, pero no tanta.

Esto no es sólo una rendición preventiva o una mera debacle moral occidental. Es una catástrofe. Pagaremos sus consecuencias.

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