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Maniobras de distracción

Los gobiernos de España y Marruecos han comunicado al secretario general de la ONU que han decidido formar una unidad táctica compuesta por dos compañías, una de cada país, más un Estado Mayor español, para participar en la Misión de las Naciones Unidas de Estabilización en Haití (MINUSTAH). Ambas administraciones han dado gran importancia al hecho, subrayando el buen momento por el que pasan las relaciones bilaterales.
 
Desde la perspectiva de la cuestión haitiana, la iniciativa hispano-marroquí es irrelevante. Naciones Unidas se ha marcado como objetivo una fuerza de 6.700 cascos azules y 1.622 policías. Brasil, el país que ha asumido el mando, ha situado sobre el terreno a 1.200 soldados. En un contingente de esta magnitud la nueva aportación es insignificante. Cabe preguntarse si, dado el papel que España quiere jugar en los asuntos latinoamericanos, una participación de estas características es aceptable.
 
Desde el marco, mucho más conflictivo, de las relaciones hispano-marroquíes la constitución de una unidad táctica tiene escasa trascendencia. Españoles y marroquíes trabajaron juntos en Bosnia, en una operación de la Alianza Atlántica. Entonces los españoles tuvieron que hacerse cargo del mantenimiento de sus colegas magrebíes, por las dificultades económicas y logísticas del gobierno de Rabat. Una nueva actuación conjunta no aporta gran cosa en el terreno militar o en el diplomático.
 
El objetivo real que se esconde tras esta iniciativa española es político: tapar ante la opinión pública española el delicado tema del Sáhara. El gobierno de Rodríguez Zapatero, en plena coherencia con su vocación multilateralista, ha abandonado la doctrina establecida por el Consejo de Seguridad, expresión de los principios seguidos por la diplomacia española desde los Acuerdos de Madrid, y ha optado por la entrega definitiva del Sáhara a Marruecos. Con el apoyo de Estados Unidos y Francia, Marruecos ha ganado a España una batalla diplomática que se ha prolongado durante treinta años. El Partido Socialista, que durante este tiempo ha impartido lecciones de ética sobre su compromiso con la causa sahariana y ha criticado abiertamente al régimen alauíta por corrupto y conservador, se ha plegado finalmente a sus demandas ante la firme posición en su favor de Francia y Estados Unidos. Conscientes de su debilidad e incapaces de defender la posición nacional se apresuran a cambiarla, pero tratando de presentarla como una iniciativa propia y positiva.
 
España animará rondas de conversaciones entre las potencias interesadas, que finalmente darán como resultado el aval de lo que ya es una realidad: el abandono del pueblo saharaui y la asimilación de su territorio por Marruecos.
 
En la escenificación de una supuesta nueva política hacia Marruecos, de un reencuentro entre dos vecinos enfrentados por la obstinación del gobierno de José María Aznar, aparece la insignificante unidad táctica, destinada a demostrar que los ejércitos de España y Marruecos ya no se enfrentan por el islote de Perejil, sino que colaboran por la paz, bajo el manto protector de Naciones Unidas, en Haití. Así tratarán de hacer pasar mejor el trago a sus votantes y aliados parlamentarios. Mientras tanto, los tertulianos de la Ser hacen denodados esfuerzos por justificar lo injustificable, por legitimar lo que han condenado durante décadas, sin perder la cara.
 
¿Ha cambiado algo sustancial en las relaciones entre España y Marruecos? El efecto del nuevo talante es evidente. Ahora hay sonrisas donde antes había caras largas, sobre todo en Rabat. El análisis que hacen nuestros vecinos es mucho más claro y menos sofisticado que el de nuestros socialistas: al fin España ha cedido. Las relaciones no han mejorado en términos reales. Nuestros intereses no están mejor defendidos. Bien al contrario, hemos cedido el Sáhara a cambio de nada; nuestros vecinos –los del sur como los del norte, los del Viejo como los del Nuevo continente– saben que somos más débiles, que nuestra autoridad internacional ha menguado y mucho. Hoy Ceuta y Melilla están más cerca de Marruecos que hace unos meses, porque los dirigentes de Rabat saben que el gobierno de Madrid ni cuenta con aliados en la escena internacional ni tiene voluntad de defender lo que es suyo.
 
La frívola política exterior seguida por el gobierno de Rodríguez Zapatero, más atenta a los caprichos ideológicos que a la defensa de los intereses nacionales, está pasando factura a todos los españoles. La dependencia de Francia, la legítima detentadora de los valores europeístas para nuestros gobernantes, implica la supeditación de nuestros objetivos nacionales a los franceses, que no a los europeos. Francia es hoy más influyente en el Magreb, gracias a que Rodríguez Zapatero ha claudicado ante Rabat. Tratará de venderlo de distintas maneras, pero no dejará de ser una humillante derrota ante Marruecos y una vergonzosa subordinación ante Francia.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.
 

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