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Nuestros aliados en Libia

En la Liga Árabe, de 22 Estados, encuentran asiento todos los regímenes que a día de hoy reprimen violentamente a sus ciudadanos con ocasión de las revueltas, incluidos Yemen, Bahrein, Qatar, Arabia Saudí o Marruecos.

Dos organizaciones, situadas a medio camino entre lo sospechoso y lo siniestro, tratan de hacerse valer en medio del estropicio libio: la Liga Árabe y la Unión Africana. Pocos compañeros de viaje son tan peligrosos como las dos organizaciones que merodean alrededor de las revueltas más preocupados e inquietos porque triunfen que comprometidos con las reformas.

En la Liga Árabe, de 22 Estados, encuentran asiento todos los regímenes que a día de hoy reprimen violentamente a sus ciudadanos con ocasión de las revueltas, incluidos Yemen, Bahrein, Qatar, Arabia Saudí o Marruecos. La reacción de la Liga Árabe ante las revueltas en los países ha sido... amenazar a Israel para que no aproveche las manifestaciones en sus países y la represión por ellos ejercida contra los ciudadanos, para construir viviendas en las zonas en disputa de Jerusalén. Y es que la Liga Árabe se caracteriza por su habitual agresividad hacia la democracia israelí –en el año 1976 aceptó a la OLP, organización terrorista y en el año 1979 castigó a Egipto por haber alcanzado la paz con Israel–, y por su nulo interés en propiciar reformas democráticas; aquellos países que, como Irak, han pasado de dictadura a democracia son examinados con lupa por sus socios. Por supuesto, considera al Sáhara ocupado por Marruecos parte integrante de éste.

En cuanto a la Unión Africana, ya les comentamos hace unas semanas que se trata en verdad de El club de los dictadores. En 2009, el propio Gadafi presidió la organización, que reúne a todas las gerontocracias africanas, negándose a acatar cualquier orden de detención contra Al Bashir, el sudanés acusado de crímenes de guerra. Ahora es ni más ni menos Obiang dirige una UA que tiene en Mugabe uno de sus más "distinguidos" miembros, entre los que no faltan miembros, a su vez, de la Liga Árabe. A diferencia de esta, la UA sí reconoce a la RASD, lo que implica la no pertenencia de Marruecos.

No deja de ser sorprendente que en los procesos de democratización de los países del norte de África, el Gobierno español se haya buscado los aliados precisamente en aquellos países que ni son democracias ni están por la labor de impulsarlas. ¿Con quién van a consensuar Jiménez y Zapatero la actuación en Libia? ¿Con Obiang? ¿Con los príncipes saudíes?

Evidentemente, no se nos ocurren organizaciones menos recomendables para afrontar los cambios en el mundo musulmán que la Liga Árabe y la Unión Africana. Bueno, sí: el bloque bolivariano, principal valedor de Gadafi en el exterior. Como todo dictador, el venezolano Chávez teme que el éxito de la revuelta por tercera vez en un país tan distinto, transmita el mensaje de que las revueltas pueden triunfar en cualquier país... y continente. De ahí que el petrotirano caraqueño haya salido a tratar de frenar el incendio cuanto antes, proponiendo una mediación que es en verdad un salvavidas internacional para Gadafi, que en las últimas horas ha mostrado su determinación para permanecer en el poder.

Y ahí está Trinidad Jiménez, uniendo la acción española a la de los únicos países y organismos que tienen como objetivo que las revueltas fracasen. ¿Cabe mayor falta de criterio? Sí, lo cabe: el de su compañera de Gabinete Carmen Chacón, que pide intervenir en Libia al tiempo que lleva a cabo el mayor proceso de desarme de nuestras Fuerzas Armadas desde –ay, Azaña– la triste Segunda República.

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