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Obama candidato

Nadie duda de que los indicadores verdaderamente decisivos serán los económicos. Si mejoran, Obama repite, si se estancan el republicano tiene una posibilidad.

Obama ha perdido carisma, ya no es el redentor capaz de cambiar la naturaleza misma de la política, liberándola de todas las corruptelas, pasteleos y cambalaches que caracterizan el modo de hacer washingtoniano, al cual prometía darle la vuelta como a un calcetín. No sólo no las ha eliminado, sino que las ha utilizado a fondo, con descarada habilidad. Pero sin grandes entusiasmos y con algunos recelos sigue siendo el hombre de los demócratas, de los "líberals", de los que se autoproclaman progresistas, de la izquierda americana. Es su hombre y lo apoyan como muro de contención del "retrógrado" republicanismo.

Sus índices están llenos de aspectos contradictorios. El de aceptación personal (podríamos llamar "de simpatía", pero en inglés es "likability", literalmente "gustabilidad") siempre ha sido alto, en torno al 60%, un 7% por encima de la proporción de votos que obtuvo hace cuatro años. Puede afirmarse que le cae bien a la mayoría de los americanos. Pero respecto a cómo va el país, su principal responsabilidad, el 61% de las respuestas dicen que por mal camino, sólo el 30% muestran satisfacción. El balance de esas dos opiniones casi exactamente inversas es que hay empate entre los que aprueban y desaprueban su trabajo como presidente, en torno al 48%, después de haberse pasado el otoño de 2011con un saldo negativo de 6%, y algunos picos de hasta -9%. Su recuperación tiene bastante de misterio y nadie ha dado una explicación comprensiva y convincente, porque aunque ha habido un ligero remonte de la economía, otros asuntos le han estado estallando en la cara. Quizás, al aproximarse las elecciones los demócratas han decido hacer piña en torno a su candidato, pero la realidad es que sigue habiendo divisiones y dudas entre ellos, lo que nos lleva al índice más importante en este momento y hasta la primera semana de noviembre: Obama frente a Romney. El promedio de las encuestas le da al presidente una ventaja de unos 2.5 a 3 puntos porcentuales, en torno a 47-44. Está dentro del margen de error de los sondeos y no es insuperable en los meses que restan, lo que significa que no es muy tranquilizador para sus partidarios, pero mucho menos lo es para sus contrincantes. 

Los candidatos no han sido aún oficialmente designados por las convenciones de cada uno de los partidos, que se celebrarán en agosto, y la campaña de enfrentamiento directo entre rivales todavía no ha empezado. Está por ver si Obama considera que tiene más que perder que ganar en los debates y los elude, pero también qué tal polemista resulta ser Romney frente al presidente y hasta dónde es capaz de llegar atacándolo. Nadie duda de que los indicadores verdaderamente decisivos serán los económicos. Si mejoran, Obama repite, si se estancan el republicano tiene una posibilidad. Es significativo que el éxito en el Tribunal Supremo de la ley de reforma sanitaria, el estandarte de toda la presidencia obamista, con una mayoría de la opinión en contra, no ha afectado a los índices del líder demócrata. 

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