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Obamafilia. Tendencias suicidas

La derecha aplaude a un líder que ahora nos dicen es de los suyos, pese a que ha dado sobradas muestras de todo lo contrario.

La derecha aplaude a un líder que ahora nos dicen es de los suyos, pese a que ha dado sobradas muestras de todo lo contrario.

Seguro que ustedes –más liberales que conservadores, o más conservadores que liberales– asisten asombrados al brote agudo de Obamafilia desatado en los últimos días entre las élites dirigentes europeas y españolas. La agresiva vacuna de la realidad de los últimos cuatro años –incumplimiento de promesas, deuda pública, apaciguamiento para con el islamismo, abortismo, anticristianismo, subida de impuestos– no hizo lógicamente efecto en el socialismo europeo y español, tan dado a confundir la realidad con sus buenos deseos. Pero tampoco en la derecha, que aplaude a un líder que ahora nos reconocen es de los suyos, pese a que desde hace cuatro años no ha hecho más que dar muestras de justo lo contrario.

Veamos. Por un lado están los legítimos vencedores del día 6, los que defienden lo que Obama significa, tanto para Estados Unidos como para el mundo. Es verdad que su regocijo y alborozo es indicativo de doble personalidad, porque al reelegido presidente le achacan al mismo tiempo no ser lo suficientemente antiamericano. Pero, al margen de la regañina, le animan a seguir subiendo los impuestos, aumentar los subsidios y profundizar en su política racial, feminista y abortista. ¿Cómo no dar la razón a Rubalcaba cuando afirma que es un triunfo de los socialdemócratas del mundo? Sí, lo es.

Por otro lado, pero también entre los vencedores, están los grupos y Gobiernos islamistas, desde Teherán a Gaza, que tan buenas perspectivas han tenido desde que Barack Hussein accedió a la Presidencia, en 2009; así como regímenes liberticidas como los de China y Cuba o el de Rusia –de reputación más que dudosa–, que tanta capacidad de maniobra han ganado desde que Obama mora en la Casa Blanca. Es verdad que no sabemos cómo será la política exterior del demócrata en su segundo mandato. Sí conocemos la del primero. Ustedes también. Y ellos.

El alborozo de este primer grupo llena de preocupación. Pero que el socialismo celebre como propia una victoria que, en efecto, lo es, no es lo peor. Tampoco que el régimen de Teherán conozca que Obama podrá continuar trabajando con él en un acuerdo para la región. Lo malo es lo ocurrido al otro lado de la barricada política ideológica, que es donde se han mostrado unas tendencias suicidas que a ustedes –más liberales que conservadores o más conservadores que liberales– deben servirles para encender todas las alarmas: la reacción de los dirigentes de la derecha europea ante lo que es una pésima noticia para ellos constituye un caso digno de estudio por parte de la psiquiatría política.

Han celebrado el triunfo obamita aquellos que, ante todo, priman su pertenencia al establishment político-mediático. Les llamaremos la derecha inmovilista. Están convencidos de que la sociedad es naturalmente de izquierdas, por lo que renuncian a la batalla de las ideas. Se refugian en la economía y la gestión y se olvidan de lo demás. A cambio encargan caros estudios que les permitan alcanzar el poder y mantenerlo. Es verdad que no creen en Obama –incluso lo desprecian–, pero les da vergüenza decirlo, por si acaso. Prefieren apuntarse a la moda porque creen que así se les puede pegar parte de su éxito. Incluso creen que la sociedad los querrá más si ellos quieren más a Obama. Así que contratan a especialistas para que les expliquen por qué a Obama le quieren y a ellos no; y se gastan un dineral en tratar de copiar su maquinaria electoral.

Este instrumentalismo constituye una tendencia suicida: tan ocupada está la derecha inmovilista en el cortoplacismo, que no se da cuenta del verdadero y nefasto significado que la reelección de Obama tiene, tanto para Estados Unidos como para el mundo. ¿Nos arrastrará su irresponsabilidad?

Pero aún hay una patología mayor Es la de aquellos con la mente más deteriorada por el posmodernismo. Son aquellos que se muestran maravillados porque Obama es negro, guapo, tiene una cuenta de Twitter y está felizmente casado con Michelle. Éstos, que llamaremos poplíticos, ven en los principios y valores liberal-conservadores algo molesto y difícil de defender con dibujos y colorines, que es lo que más les gusta. Se dicen liberales, pero están más preocupados en atizar a los liberal-conservadores de la mano de los socialistas que en buscar con aquéllos una alternativa a éstos.

En la práctica, su discurso está tan vacío de contenido como el del zapaterismo, pero son felices cuando logran el efectismo que observan en Obama. A diferencia del suicida de moqueta, el suicida postmoderno está ya tan confundido que ni siquiera es capaz de entender que Obama es y representa lo contrario a los principios liberal-conservadores, porque éstos le parecen tan carcas y despreciables como a Pajín o a Rubalcaba. ¿Nos arrastrará su degeneración ideológica?

En fin, tendencias suicidas, surgidas de lugares impensables, que sumadas al mainstream progresista dan como resultado este entorno político asfixiante y aun insano que seguro que a ustedes –más liberales que conservadores o más conservadores que liberales– les parece insoportable, simplemente porque creen en el esfuerzo, en la propiedad privada, en el libre mercado, o en los valores que sus padres heredaron de sus padres y que ustedes quieren transmitir a sus hijos.

Ustedes, como nosotros, no tienen las tendencias suicidas de aquéllos y queremos la América y el mundo que Obama amenaza con su segundo mandato. ¿Nos arrastrán los suicidas en su locura?

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