Ni siquiera estábamos seguros de que se contase entre los vivos y en todo caso cada vez menos entre los que cuentan. Parecía ir entrando poco a poco en el reino de los símbolos y crecían las dudas de que tuviese una capacidad real para ejercer algún control efectivo sobre el proteico movimiento yihadista.
Su última cita parecía ser con las elecciones americanas. Se esperaba, se temía algo grande. Si no lo hace no será por falta de ganas. Ya sólo le quedan 24 horas para demostrar al mundo y a sí mismo de lo que sigue siendo capaz. Cada minuto que pasa la probabilidad se acerca un poco más a cero.
Si no un gran atentado que catalice todo ese contenido odio del mundo islámico hacia los Estados Unidos de Bush, al menos, parece haber pensado, una cinta de video de cinco minutos. Los americanos han intentado impedir su difusión, siguiendo su política de oponerse a toda oportunidad de propaganda para el personaje y sus seguidores. Al Yazira se ha afirmado en un quinto y cedido en cuatro: ha difundido un minuto, y eso es lo que ha llegado a nuestro conocimiento. Parece haberle cedido el original a la CIA, que atestiguó su autenticidad y dice que en los otros cuatro minutos no hay sorpresas.
Pero lo que sí hemos visto es bastante sorprendente por el fondo y la forma. Un Osama con buena apariencia y las mejores indumentarias saudíes, que utiliza una argumentación puramente defensiva, la expone con pausado aire profesoral, y nos da claves personales que chocan con todo los que sabíamos de él.
No se trata ya de purificar el islam de influencias corruptoras y unirlo políticamente en un nuevo califato mediante y para la guerra santa. Sólo de devolver golpe por hipotético golpe. Sabíamos que la invasión soviética de Afganistán y la entrada de ejércitos cruzados en la tierra santa de Arabia para liberar Kuwait habían sido las grandes etapas de su radicalización. Ahora resultan ser Líbano en el 82 y las tribulaciones de los palestinos.