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GEES

Papa y sumisión

Con esas doctrinas y esas conductas resulta problemático saber si ciertos islámicos están verdaderamente sometidos a Dios, pero ¡vive Dios que quieren someternos a ellos!

Quien no sea cristiano no cree... o mejor dicho cree que Jesús de Nazaret no es Dios, y tanto en el mundo islámico como en el occidental puede dar públicamente todos los argumentos que le vengan en gana para demostrar su creencia. El que no sea musulmán cree que Mahoma no escribió el Corán copiando al dictado lo que Dios le decía, sino que fue escribiendo lo que a él se le pasaba por la cabeza. Si ese individuo intenta demostrar su opinión se juega la vida en el mundo islámico y es ya un hecho adquirido que se la juega casi en la misma medida en la parte del planeta que aún no lo es.

Quienes quieren Islam, que significa "sumisión", no están dispuestos a ningún tipo de diálogo en el que los infieles puedan utilizar argumentos contra su verdad. Son muchos los que quisieran denunciarlo pero no se atreven. Entre ellos sin duda hay también honestos y respetuosos musulmanes que si lo hacen corren, si cabe, mayor peligro. Pero como no se arriesgan no sabemos cuántos son, pero si sabemos que tienen una obligación especialmente grave de hacerlo y su silencio nos resulta ensordecedor y siempre sospechoso.

Claro está que van de la mano de nuestros izquierdistas, siempre dispuestos a defender a capa y espada su derecho a blasfemar públicamente contra el Dios de los cristianos, ofendan lo que ofendan. Tenemos ministras de cultura que subvencionan bodrios teatrales que se lo hacen en la divinidad desde el título, pero que son exquisitamente cuidadosos con las hiperestésicas sensibilidades islámicas. Ya llevan medio camino recorrido porque, por muy ateos que se proclamen, no dejan de ser en cierto sentido auténticos islamistas pues no sólo se someten sino que incluso colaboran. Como Zapatero con su farsa del Diálogo –sumiso– de Civilizaciones. Como Solana con sus humillantes viajes orientales para pedir disculpas por las viñetas danesas y guardar silencio sobre las bárbaras reacciones. O como Felipe González yendo a bailarle el agua a un fanático apocalíptico como Ahmadineyad.

O como ese agujero de gauchistas en que se ha hundido para su oprobio la gran BBC, proclamando en todas las lenguas islámicas que el papa ha insultado al profeta, cuando más bien ha hecho todo lo contrario al traer a colación una cita que le sacaba las castañas de los fuegos de la jihad, al menos de cómo la interpretan los que se consideran sus ejecutores más fieles. O como todos los que han exhibido grandes titulares anunciando sus disculpas, cuando lo que ha hecho es lamentar que se haya interpretado tan mal sus delicadas, razonables y respetuosas palabras. Con esas doctrinas y esas conductas resulta problemático saber si ciertos islámicos están verdaderamente sometidos a Dios, pero ¡vive Dios que quieren someternos a ellos!

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