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¿Paz o justicia?

A pesar del cacareado efecto disuasorio del arresto de ex líder serbio bosnio, a buen seguro que el presidente sudanés no tembló ni se inmutó ante la noticia de dicha captura, ni por supuesto ante su orden de arresto.

La detención del presunto criminal de guerra Radovan Karadzic, prófugo durante 13 años, ha dado la vuelta al mundo. Algunos han visto el arresto como un revulsivo para los desacreditados tribunales internacionales y para la justicia internacional, lenta pero siempre segura según sus más firmes defensores. Muchos han querido subrayar además el efecto disuasorio que tendrá la captura de Karadzic sobre genocidas, tiranos y criminales de cualquier tipo y de cualquier parte del mundo. Ahora saben que algún día, gracias a la justicia internacional, encontrarán el castigo del que se han hecho acreedores. Entre ellos el presidente sudanés, Omar al-Bashir.

Precisamente dos días antes de la captura de Karadzic el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) Luis Moreno Ocampo, solicitó a los jueces del tribunal una orden de arresto contra al-Bashir, acusado de genocidio, de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad en la región sudanesa de Darfur. A pesar del cacareado efecto disuasorio del arresto de ex líder serbio bosnio, a buen seguro que el presidente sudanés no tembló ni se inmutó ante la noticia de dicha captura, ni por supuesto ante su orden de arresto. Todo lo contrario.

Jartum recibió con irritación y arrogancia la decisión del CPI, órgano al que además no pertenece, mientras que la misión híbrida de Naciones Unidas (ONU) y de la Unión Africana (UA) en Darfur ya ha iniciado la evacuación de buena parte de su personal civil ante el miedo a represalias por parte del Gobierno. Además, el Consejo de Seguridad de la ONU se ha dividido ante la iniciativa del CPI. Una parte quiere detener durante un año cualquier movimiento con el que se pueda acusar al presidente de Sudán de genocidio, argumentando que su imputación pondría en peligro la misión de los cascos azules y dañaría los esfuerzos de la comunidad internacional para intentar terminar con el conflicto en la región sudanesa.

Aunque sea algo poco comprensible, ahora el debate sobre Dafur se centra entre los que buscan la paz y los que buscan la justicia. Una improductiva discusión que sólo esconde una triste verdad: el estrepitoso fracaso de la comunidad internacional, incapaz de intervenir con firmeza durante cinco largos años. Un infructuoso debate que nuevamente desvía la atención sobre las cuestiones verdaderamente importantes: cómo paliar la grave crisis mientras continúan la violencia, las matanzas, las violaciones y los saqueos.

La solicitud de arresto del fiscal Moreno-Ocampo ha sido una decisión al menos valiente frente a aquellos que de forma cobarde han pedido insistentemente no ofender ni amenazar a Jartum para que coopere en la búsqueda de una solución para Darfur. Pero tampoco devuelve la credibilidad a aquello que algunos denominan justicia internacional y que parece cada vez más una pérdida de tiempo y de dinero. Ni más ni menos que 13 años permaneció oculto y sin procesar Karadzic, por no hablar de todos los demás criminales que aún andan sueltos.

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